OPINIóN
Actualizado 19/05/2015
Redacción Comarca

La otra noche, sentados en una de las terrazas que llenan las calles salmantinas, con el estimulante frío nocturno que quizás aviva el ingenio, cuatro amigos charlábamos de política, (¿cómo no?) de las próximas elecciones municipales y autonómicas. Dos de los cuatro habíamos ya decidido, hacía  tiempo, nuestro voto; los otros dos no. ¿El cincuenta por ciento de los posibles votantes de nuestro país estarían también aún indecisos, como nuestros dos amigos? Los dos indecisos analizaban sus dudas en cuanto al voto: comentaban uno por uno los partidos políticos ofertados y a todos y a cada uno le encontraban algún "defecto", inconveniente, crítica?como no encontraban ningún partido perfecto, los dos amigos expresaban su probable decisión de votar al Partido Animalista. Como si dijeran: "en realidad todos los humanos nos defraudan tanto, que preferimos cuidar y resolver los problemas de los animales". Una opción respetable pero que, a mi juicio, revelaba en estos amigos (no en  los votantes de ese partido) una amarga imagen de la especie humana.

Cuando una gran parte de nuestros semejantes y compatriotas lo está pasando tan mal en sus vidas, pensar en los animales que nos rodean (que felizmente no han padecido en estos últimos años una "crisis económica ni política") es como decidir meterse a franciscano en medio de una contienda feroz por el propio territorio.

Una desesperanza similar se advierte en los votantes que deciden no ir a votar o depositar en la urna un voto en blanco. El perfeccionismo es mal amigo de la realidad.

Si alguien quiere guiarse por el más rotundo realismo, a la hora de votar, obviamente se deberá preguntar: "¿A mí, cuál de todas estas opciones me va a beneficiar más?". Sin ser ningún planteamiento altruista o idealista, este planteamiento es más racional que votar a ese señor o señora "que sale mucho en televisión" o que "ya hace muchos años que le conozco" o que "es tan simpática/o".

Que alguien vote a aquella opción política que promete una bajada de impuestos es humano, pero que alguien vote  al grupo que en los años pasados le ha perjudicado en su asistencia sanitaria, en su nivel educativo, o en los servicios públicos que usa, no tiene nada que ver con EL SENTIDO COMÚN. Si todos los españoles votáramos esta vez, este decisivo año 2015, con sentido común, de repente saldríamos del atolladero económico y político en el que estamos.

Como dice mi vecino, "solamente jugando el papel,  no ya  del valiente Don Quijote, sino de Sancho Panza" a la hora de votar, en  nuestro país comenzaría un nuevo camino más placentero para la mayoría.

Etiquetas

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >Los indecisos pueden cambiar España