OPINIóN
Actualizado 19/05/2015
Alfredo Pérez Alencart

Ofrezco aquí, para los lectores de SALAMANCArtv AL DÍA, cinco poemas que he traducido del notable poeta brasileño Carlos Nejar, un poeta del amor, como bien lo destaca él en sus versos: "No indago./ Indagar es olvidar./ No olvido./ Amor es tierra/donde florezco".

Las próximas semanas traduciré otros poemas de mi admirado poeta amigo. Pero vayan estos versos como aperitivo de lo que vendrá.  Lean al poeta que dice:

Aquí quedan las cosas.

Amar es la más alta constelación.

 

Carlos Nejar (Porto Alegre, Brasil, 1939). Miembro de Número de la Academia Brasileña de Letras y de la Academia Brasileña de Filosofía, además de prestigioso jurista. Tiene publicados más de cuarenta libros de poesía, que acaban de editarse en dos

volúmenes: Poesia reunida I (Amizade do mundo) y Poesia reunida II (Jovem eternidade). Es Premio Nacional de Poesía Jorge de Lima (1971); Premio Fernando Chinaglia, de la Unión Brasileña de Escritores (1974); Premio Luísa Cláudio de Souza, del PEN Club de Brasil (1977); Premio Érico Veríssimo (1981); Premio de Poesía de la Asociación Paulista de Críticos de Arte (1999) y Premio Machado de Assis, de la Biblioteca Nacional de Brasil (2000), entre otros

 

EL CORAZÓN ES UN BARCO

 

El corazón es un barco,

el corazón es un barco

y la soledad, su casco.

 

No sé de dónde provengo.

Si procedo de otro hilo

o de algún nuevo comienzo.

Sé que el corazón es un barco

con madera de golondrina.

En él embarco, desembarco,

mareo quillas y crines.

Corazón, caballo-barco,

saltando muros de viento

por el verano de las colinas.

 

Precarios somos, precarios,

nos abrazamos

en lo que la mano alcanza

y provisorio, el cielo.

Pero el corazón es un barco.

 

Y nos ahorramos, toleramos,

¿por cuánto tiempo, hermano?

¿Por cuánto miedo?

El corazón es un barco.

El desplome de la muerte.

 

Lo cierto, voy desaprendiendo

 

 

NUESTRA PATRIA

 

Nuestra patria, el tiempo.

Y la pampa cargada, conjurada

para explotar en grupos de sosiego.

La pampa en puro espacio, la tonsura

de peones y bueyes en el pasto

de alguna eternidad.

 

Nuestra patria:

andar al margen

con el sombrero de las estaciones

y ningún equipaje.

 

No tenemos edad. Tenemos

hábitos, percances, botas

de calendas engullidas.

Un jibón de semillas

en la palabra.

 

Nuestra patria

está en el hilo de las golondrinas.

Y el amor, once varas, once

campanadas y cestos de espera.

 

Un único disparador.

 

 

EL GALOPAR DEL FUEGO

 

Amar no es olvidar

el rostro sobre las cenizas.

Pero es recordar el fuego

 

y lo que él limita.

Y endurecerlo todo,

carbón de encarnada fibra.

 

El fuego, el fuego, el fuego,

en el potro, que lo ensilla.

E ir quemando como

 

se va moldeando la arcilla.

Sabemos que el abandono

mantiene las formas fijas.

 

El fuego, el fuego, el fuego,

sus riendas transidas

con furias y pericias.

 

El fuego, el fuego, los años

de peñascos y bridas.

El aire en el aire de las viñas,

 

fulgores, iras, víboras.

De tanto amar y amar

lo que en nosotros quema,

 

es lo que nos va podando.

Amar es liberar,

liberarse de las cenizas,

 

 

hasta quedar el fuego,

y su trote frondoso,

el fuego, el fuego todavía.

 

CANTATA PARA LAS MANOS LENTAS

 

Mis manos sobre la piel

anhelante. Brilla la escritura

azul azul de las venas.

 

Y las manos descienden precisas,

como si fuesen letras

en papiros, grafías

 

arcaicas, documentos,

que amando, interpretamos

a la luz de viejas lenguas

 

y vetustos arcanos.

Una ventana, un himno.

La piel más completa

 

en la inclinada caricia.

Amando, amando, amando.

Cuerpos, gimen cometas,

 

las vides estelares,

nebulosas. Un repique

de cuerpos, almas, cuerpos.

 

BIENAVENTURANZAS

 

Bienaventurados los pájaros,

las nubes, las madrugadas.

 

Bienaventurados son los pájaros.

Para ellos

todos los días

son todos los días.

Reales, antiguos, tutelares.

 

Nosotros, infelices,

no sabemos

qué hacer de ellos.

 

Queremos los días

limpios, ordenados

con sillas.

 

Felices los pájaros.

El mar es un animal feliz

y las cosas imaginadas

existen ahí.

 

Bienaventurados son los pájaros:

no piensan en la libertad

porque vuelan en ella

sin edad.

Nosotros, infelices

no sabemos

qué hacer de ella.

A nosotros, el cisco,

la marea baja.

Arriadas velas,

las acciones con ellas,

los pensamientos arriados.

 

Jamás el ir adelante

hasta donde

la resistencia manda

que se ande,

hasta donde

pierda su dirección

y prosiga

cuando

esté llegando.

 

¡Bienaventurados los pájaros!

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