Los políticamente correctos están en todas partes. Te los encuentras en el trabajo, en los partidos políticos, en la iglesia, en los periódicos, en las comunidades de vecinos, en las asociaciones ciudadanas?, en fin, en todas partes, como digo. Son esos que jamás expresan ningún desacuerdo, que evitan cualquier palabra malsonante o dura, que se conducen siempre conforme a las reglas impuestas por la mayoría, que exponen sus opiniones con tibieza, que quieren agradar a toda costa, que se explayan en parabienes y felicitaciones, que pasan por ser tolerantes y conciliadores? Los políticamente correctos son esos que nunca se mojan, vamos.
Sí, ya sé que el término se las trae, que tiene una larga trayectoria que puede incluso remontarse hasta los filósofos del siglo XVIII, y que si nos ponemos exquisitos en su aplicación, más o menos significa, "expresarse conforme a las reglas de la política". Pero no es menos cierto que actualmente dicho significado ya no sólo se aplica al uso del lenguaje, sino que se ha ampliado hasta convertirse en una suerte de "código tácito de protocolo o buena educación para los diferentes contextos sociales". De tal suerte, que en realidad se ha convertido en una forma de censura, de limitación de la libertad de expresión y de acción. Como dice Michel Foucault, "una forma de control social para adiestrar la potencia de la vida humana".
Y en cuanto a su uso en el lenguaje, también es muy cuestionable su aplicación. Umberto Eco apunta que en muchas ocasiones el término "políticamente correcto" representa una forma de eludir problemas sociales no resueltos aún, enmascarándolos mediante un uso más educado del lenguaje. Por mucho que sustituyamos las palabras, los problemas seguirán existiendo. Por mucho que a un parado le llamemos desocupado de larga duración, seguirá siendo una persona que no tiene trabajo y que ni siquiera puede hacer frente a sus necesidades primarias.
En un partido político, por ejemplo, un políticamente correcto nunca discutirá la composición de las listas electorales, aún si él (o ella) no está incluido en dichas listas, ni preguntará por la, financiación del partido, ni juzgara las decisiones tomadas por el grupito que rige sus destinos, ni se enfadaran cuando los líderes cambien sus programas o emprendan medidas económicas o de cualquier otro tipo contrarias a su propia ideología.
Cuando escriben o participan en algún medio de comunicación como opinantes, los políticamente correctos siempre intentaran no decir o escribir algo que pueda ocasionarles alguna enemistad, o que rompa su imagen de cordialidad, de perfecta integración en el entorno domesticado. De ahí, que consuman minutos en radios y televisiones sin tomar partido, o malgasten artículos escribiendo sobre las fuentes con chorritos y peces de colores, u otras banalidades por el estilo ¿cómo un políticamente correcto va a escribir o a hablar de la especulación que subyace en algunas operaciones urbanísticas que nos han vendido como de progreso para la ciudad, o de cuáles son las auténticas causas de que haya seis millones de parados, o por qué están dimitiendo los inspectores de Hacienda, o por qué todos los jueces que intentan poner algo de justicia en nuestras vidas, se les acusa de no estar en sus cabales o son apartados de la carrera judicial, cuando no condenados?
Los políticamente correctos nunca participan en manifestaciones o concentraciones, ni firman comunicados o peticiones. Tampoco secundan huelgas ni cualquier otra reivindicación laboral, son los ciudadanos ejemplares de las democracias bananeras de este mundo globalizado. Pero que no se engañen, "sus buenas maneras" no los hace menos cómplices. Todo lo contrario.
Fotografía: Elisa Buitrago