OPINIóN
Actualizado 13/05/2015
Miguel Mayoral

El pasado 2 de mayo se institucionalizó el día del Reservista Voluntario, mienbros en la actualidad de nuestras Fuerzas Armadas, y en honor a los voluntarios del pueblo de Madrid que se alzaron en armas contra los franceses, pronto celebraremos el día 30 el día de las Fuerzas Armadas. Son buenos días para recapacitar sobre el derecho que tenemos todos los españoles para participar, o cual es nuestra labor diaria en la defensa de España.

Ya en el siglo XIX se acuñó la teoría de que el mejor soldado es el que se engancha voluntario, obedeciendo a su propio criterio.La voluntad es más útil que muchas fórmulas o teorías.

Nicolás Estévanez afirmaba, en su Diccionario Militar (París 1897), que el mejor soldado es el que se engancha voluntario, por su inclinación y por su gusto. Aun haciéndolo por necesidad tiene el consuelo de que no se le ha obligado, de que ha obedecido a su propio criterio, y si la necesidad es angustiosa y se satisface ingresando en el Ejército, se encariña con éste, se apega al uniforme y es un buen soldado.
Entre los hebreos, todo hombre era soldado desde los veinte años, pero no se exigía forzosamente el servicio militar mientras hubiera voluntarios que lo cubriesen con recompensas y privilegios extraordinarios concedidos a la clase militar. Las mismas reglas se seguieron en tiempos de Moisés, cuando su suegro Jethró compuso las tribus de 1000 hombres, subdivididas en compañías de 100 y escuadras de 10. David y Salomón intentaron igualmente causar el menor perjuicio con la contribución de sangre, que todos los pueblos conceptuaron como la más costosa. Los egipcios tenían distinta organización militar, pero asimismo preferían los reclutas voluntarios a los forzosos. Para estimular el ingreso cada soldado recibía por alimento 2 kg diarios de pan, 1 kg de carne y cierta cantidad de vino, asegurándose el sustento para él y su familia, además de 3 hectáreas de tierra, exentas de gravámenes.

Por estas medidas llegaron a poseer un ejército de 600.000 combatientes, 24.000 caballos y 27.000 carros de guerra. Este gran contingente estaba en su mayor parte compuesto de voluntarios. Los griegos también intentaron no exigir grandes sacrificios a sus ciudadanos, limitándose a disponer de huestes voluntarias en tanto era hacedero atender con ellas a las necesidades militares de la patria. Los ejércitos lacedemonios llevaban en sus filas arqueros de la isla de Creta, que eran todos voluntarios y recibían una paga al mes. La obligación de servir al país con las armas empezó entre los atenienses dos años después que entre los espartanos, pero siempre cuando la falta de voluntarios hacía falta la imposición. La caballería era, en su totalidad voluntaria, y contaba con la gente más rica y considerada del país. Los romanos superiores en organización militar a los demás pueblos de la antigüedad hacían las levas en el campo de Marte. Entre las tribus militares se sacaba a suerte la que debía servir, y de ella se escogían los hombres más aptos para la guerra tomando en primer lugar a los voluntarios que se alistaban.

tyle="text-align:justify;">En todas las naciones según Juvé y Serra, en "El Ejército Español al nivel de los demás de Europa", editado en Valencia en 1888, se reconocía la poca popularidad de las quintas, en Francia se recurría para evitarlas como en España a mercenarios extranjeros. Pero con la revolución francesa los voluntarios adquieren su parcela de heroísmo en la historia. En España voluntarios fueron en su gran mayoría los que formaron los ejércitos durante la guerra de la Independencia de 1808 a 1814. Los que contribuyeron a las victorias de Bailén, Zaragoza, Gerona, Arapiles, Tarragona y Vitoria, combatiendo a las órdenes de Palafox, Alvarez de Castro, Castaños, Senén de Contreras y Girón.

España sin remontarnos a tiempos antiguos, puede aportar como ejemplos de organismos militares permanentes a base del voluntariado, la Milicia Nacional, las Milicias Provinciales, los Voluntarios Realistas, y el Instituto de Voluntarios de la Isla de Cuba, cuyo último reglamento fue aprobado por RD de 7 de julio de 1892. Ya en las Reales Ordenanzas de 1770 se admitía el voluntariado, exigiéndose la edad de 17 años cumplidos hasta 36 años. En la Ordenanza de 1800 se previno "que continúen con actividad como hasta aquí, las reclutas voluntarias para facilitar el reemplazo de mis tropas, procurando sean de gentes honradas, no criminosas, y tales que puedan y deban participar del honor a que son acreedores los sorteados, con lo cual habrá menos reemplazos que pedir, y no padecerá el mérito y concepto que debe tener el servicio militar". Por la Ley del 17 de febrero de 1873 se dispuso que el Ejército se compusiera de soldados españoles voluntarios. Con la Ley de 5 de junio de 1912 se adoptó el voluntariado como forma preferente de nutrir los cuerpos y guarniciones de Africa, cuyas plantillas se completaban con reclutamiento forzoso.

Rommel en sus memorias señalaba: "La energía y la decisión de un jefe, a veces, es de mucho más valor que sus cualidades intelectuales". Y continuaba: "El mérito y valor del soldado se medirán por sus condiciones físicas, su inteligencia, dinamismo, nervio, obstinación, atrevimiento y estoicismo. El jefe requiere de dichas cualidades todavía en mayor medida, y al propio tiempo ser excepcional en dureza, muy devoto de sus hombres, hábil conocedor del terreno y del enemigo, y muy veloz en sus reacciones". Rommel, sin duda, poseía en grado sumo dichas cualidades que se pueden resumir en una palabra "voluntad". El estudio y desarrollo de la voluntad es más útil en las Academias militares, que el de muchas fórmulas o teorías que ni aun llegan a dar al que las mal conoce un baño de falsa ciencia o seguridad.

La voluntad o la voluntariedad es la fuerza más grande que está al alcance del hombre. Es obvio pero hay que repetirlo, no es suficiente pensar, hablar de las cosas o escribirlas, o discutir lo que se refiere a ellas. Es preciso hacerlas y eso se consigue con voluntad. Para llevar a cabo algo concreto se necesita de la voluntad. No hay ningún hombre que se haya elevado siquiera dos dedos sobre sus semejantes que no lo haya logrado por la fuerza de la voluntad. Sin la persistencia de esa fuerza, la labor del hombre es efímera, podrá ser brillante, mas durará poco. Santo Tomás decía que todo hombre dotado de entendimiento tiene voluntad.

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