LOCAL
Actualizado 13/05/2015
María Alonso

Chely Gil y Víctor Herrero agradecen el apoyo y los desvelos de los profesionales de la planta de Pediatría y de organizaciones como Pyfano en el duro proceso de la enfermedad

Los niños son especiales, muy vitales y alegres y también son muy valientes y luchadores y no pocas veces son un ejemplo de cómo enfrentarse a experiencias que los adultos no queremos siquiera imaginar.

El miedo te cubre por entero cuando, como padre o madre, te dicen que tu hijo está enfermo y hay que hospitalizarlo, más aún cuando se trata de una enfermedad innombrable por el dolor que produce solo imaginarla. En estos casos, un nubarrón espeso y oscuro se acomoda sobre nuestras cabezas y no nos deja ver a través más que oscuridad, nos sentimos perdidos y desorientados.

Pues bien, aunque al principio podamos sentirnos así, en la planta de Pediatría se respiran muchas cosas, aparte del dolor y el miedo de niños y familias, también es respirable la magia que los disipa, el buen hacer de los profesionales que saben lo que hacen y tienen la convicción de que estos niños saldrán victoriosos y por la puerta grande.

Además se respira la calidez que los niños desprenden y el poder que tienen de reflejarlo en los mayores. Siempre hay una palabra agradable para ellos, una sonrisa, paciencia para escucharlos y tiempo para explicarles.

Las voces de los mayores que trabajan con niños son especiales, suaves, amorosas, tranquilas y tranquilizadoras. También hay siempre una mano valiente que se acerca y con un solo gesto te dice "tranquila mami, vamos a por este monstruo y le vamos a ganar".

La humanidad de los profesionales

A simple vista, el colorido en la planta salta a la vista y ya dentro también descubres que se mezcla con la humanidad de las personas que trabajan con el corazón (no puede ser de otra manera), que igual ponen un tratamiento o cogen una vía, que les dan un beso o abren la puerta preguntando cómo está el campeón.

Y este equipo es amplio, médicos, enfermeras y auxiliares, maestras, personal y voluntarios de asociaciones y organizaciones, como Pyfano (asociación de niños con cáncer) todos ellos dispuestos a facilitarles, y mucho, la vida en el hospital.

Es terrible la enfermedad en los niños, pero hay que luchar contra ella y dónde mejor que aquí, rodeados de esta gente entre la que mi niño no tiene miedo, se siente seguro entre ellos, acostumbrados a librar batallas de este tipo y ganarlas.

Poco a poco, aunque el miedo sigue presente, el nubarrón se va disipando y se van viendo claros.

La planta de pediatría está llena de niños, humanidad, besos, abrazos y sonrisas, personas que saben lo que hacen, un gran equipo, el mejor.

Chely Gil

Madre de Víctor Herrero (13 años), afectado por el cáncer

Una lluvia de besos, el mejor homenaje para los niños hospitalizados y sus familias

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