Como no tengo un teléfono smartphone de última generación, de esos 4G con los que algunas compañías de telefonía nos bombardean en prensa escrita, en la radio y sobre todo en televisión, no sé si este cambio me afectará positivamente.
Seguramente que como yo, en estos momentos la mayoría de la población desconoce los beneficios del 4G, siendo ignorantes igualmente de que este tipo de comunicación, veloz y novedosa, ocupará la banda de los 800 Megaherzios de nuestro espacio radioeléctrico. Lo que sí sé, como cualquiera que como yo vea en las emisiones televisivas un fiel acompañante, una opción de hacer más llevadera la soledad o simplemente un modo de distraer el día a día, es que cuando ayer encendí mi televisor y busqué entre los canales habituales, la oferta había disminuido notablemente. En mi zapping ordenado, de La 1 a Teledeporte, de Antena Tres a Nitro, de Telecinco a La Nueve pasando por La Sexta... algunos de ellos me devolvían una negra y fría respuesta.
Nueve canales, alguno de ellos con una temática atractiva para mí y todos, estoy seguro, con fieles seguidores, han desaparecido de nuestros televisores por orden judicial. ¡Nueve canales! Casi un cuarenta por ciento del total de la oferta que teníamos a nuestra disposición se ha volatilizado a pesar de las miles de firmas enviadas por miles de ciudadanos, a pesar de las argumentadas protestas de las empresas responsables de aquellas y a pesar de los esfuerzos realizados por la asociación de televisiones comerciales en abierto (UTECA).
Para quienes crecimos con las imágenes en blanco y negro de aquella Primera Cadena que era la única que llegaba a la inmensa mayoría de hogares, mientras nos preguntábamos cuándo tendríamos el privilegio de disfrutar de ese UHF al que solo tenían acceso los privilegiados de las grandes capitales, cualquier novedoso avance en la comunicación televisiva supuso una agradable sensación de modernidad.
Descubrir que el gris casi negro de la elástica de nuestra selección ?que así se le decía a la camiseta por aquellos tiempos? era en realidad de un rojo más o menos vivo según la calidad de transmisiones y aparatos durante aquel Campeonato del Mundo de 1978 que muchos vimos en los dos aparatos de la entoldada terraza del desaparecido Rojo y Negro, fue para muchos un avance mucho mayor que cualquiera de los paseos espaciales de los norteamericanos.
Poder cambiar de una emisora a otra, de las recién nacidas Antena Tres y Telecinco a La 1 y La 2, que ya dejaba de ser el UHF, dándole utilidad al recién estrenado mando a distancia mientras veíamos en directo los movimientos del ejército estadounidense en la Guerra del Golfo durante aquel verano del 90, nos ponía en el mundo más civilizado.
Así, paso a paso, hemos ido viendo crecer la oferta televisiva, plural o sectaria, rosa o verde, culta u obscena, pero, en cualquier caso, a nuestra disposición, al tiempo que nuestro entorno también cambiaba, modernizándose tan rápidamente que apenas hemos sido conscientes de ello.
Ayer martes, sin embargo, nos han obligado a dar no sé si un paso atrás o un montón de ellos en este camino televisivo con el cierre de esos nueve canales, posiblemente minoritarios pero, en cualquier caso, a disposición de cualquiera de nosotros. En ningún caso me planteo cuestiones legales, quizá egoístamente, que me exceden como a la mayoría de quienes vemos la tele, sino que lo que quiero es que esa oferta ahora recortada sea cada día más amplia, pues eso será señal de que todo lo demás de nuestro entorno también avanza y mejora. Lo contrario, aunque sea muy poco a poco, será volver al UHF, a la cadena única y al blanco y negro; será retroceder en muchos logros aunque sea solo simbólicamente y de eso, en estos últimos años en los que la maldita crisis se nos ha instalado en casa como uno más de la familia, sabemos ya más que suficiente.
Ahora, me acabo de enterar de que la banda de los 800 Megaherzios será ocupada por la telefonía 4G y no sé si me servirá para algo.