OPINIóN
Actualizado 13/05/2015
Juanjo Mena

"En la epóca de internet, donde han desaparecido las epístolas y nos comunicamos deprisa y mal con mensajes eléctricos, nada más convincente para equlibrar la situación que este gesto de respeto a nuestros grandes valores imperecederos de pasado glorioso"

Hay un estudio que afirma que por cada hora que la gente pasa en Internet disminuye en 24 minutos el contacto personal con amigos, colegas y familia. Pero lo peor de la noticia es que el consumo no para de crecer especialmente entre los más jóvenes, aunque también debemos reconocer, que buena parte de esta sociedad más  madura no ha dejado  pasar por alto ?el ser un "navegante" de la red -.

Y además los unos y los otros, para no perder detalle, nos hemos enganchado al teléfono móvil, y toda la depurada técnica de estos, o sea, que llevamos el Internet en el bolsillo, o mejor dicho en la mano, sin dejar de manipular el mismo, a cada ocasión. Y como saben ustedes tanto por la calle, autobús, bar, en la espera de cualquier cita, medico, o ventanilla, la gente esta tan pendiente del artilugio, que algunos pierden la consciencia y pierden la vez, o se han pasado de parada etcétera. Lo cierto es que resulta cuanto menos descorazonador, ver a una pareja que entra al restaurante a cenar, nada más tomar asiento, saca cada uno su móvil sin mediar palabra, y comienzan el trajín de manipulación con el "aparato  maldito", y por lo que se ve imprescindible para muchos.

Si asumimos el dato del estudio estamos perdiendo más de media hora diaria de interrelación cara a cara con los demás. Es preocupante, porque Internet y sus derivados, como medio de comunicación presentan importantes interrogantes. Y la consecuente pérdida de contacto personal supone seria amenaza para la capacidad de relacionarse con los demás.

Compañeros de clase y de trabajo, que han pasado ocho horas juntos y han tenido aparentemente, todo el tiempo del mundo para compartir sus vivencias, inquietudes. Sin embargo, cuando llegan a casa y se conectan al Messenger o al WhatsApp, es cuando empiezan a hablar de todo lo que no se han contado hasta entonces.

Los adolescentes de hoy día son capaces de expresar por estas vías sus más profundos sentimientos. Se "desnudan" emocionalmente a través del teclado del ordenador. Sin embargo, cara a cara pueden prácticamente no dirigirse la palabra, parece como si necesitaran la protección de la pantalla, y les proporciona el escondite perfecto sin exponerse; pueden decir lo que quieran sin temor a la reacción del otro, esto les provoca una pérdida de habilidad en el intercambio personal, - la comunicación personal se aprende practicando-y esto puede desembocar en una especie de "analfabetismo racional" que les hará el camino más difícil cuando como adultos no tengan más remedio que interactuar con los demás. Esta comunicación ? pantalla digital- construye relaciones muy lejos de la realidad, porque la misma esta desprovista de las pistas necesarias para su correcta compresión. Es imposible interpretar adecuadamente una emoción sin oír o ver a la persona que la expresa, podemos entender de forma totalmente equivocada el mensaje que recibimos. Y como emisores, podemos fingir cualquier emoción sin ser desenmascarados. En la relación cara a cara, todo esto es imposible, porque el cerebro es sincero por naturaleza y se encarga a través del tono de voz o de pequeños gestos ? de comunicar lo que sentimos, pongamos las palabras que pongamos. Solo cara a cara hay certeza de sinceridad en lo que se dice.

Las relaciones a través de las redes sociales son de  contacto, nada más. No podemos negar su utilidad, - como  vemos a diario-, pero si cuestiono que se trate de verdaderas relaciones. Una autentica relación de amistad no nos la podemos plantear con más de una decena de personas, porque el esfuerzo que requiere simplemente nos agotaría. Al mismo tiempo, las redes sociales introducen de nuevo, un factor de engaño o fantasía  importante. Uno puede ser en ellas quien quiere ser, no quien es verdaderamente.

Ayudemos, a que no se renuncie al contacto personal para construir y hacer crecer las relaciones de amistad, muchas de las cuales pueden haber surgido del contacto de la Red.

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