"No hay más justicia que la verdad. Y la verdad puede más que la razón. Así como la vida puede más que el goce y más que el dolor. Verdad y vida, pues, y no razón y goce, es mi divisa. Vivir en la verdad aunque sea sufriendo antes que razonar en el goce o gozarse en la razón". Así escribía don Miguel de Unamuno a su amigo José Bergamín, desde su destierro de Hendaya, el 13 de abril de 1926, como él decía: "en el año tercero de la tiranía", y finalizaba su carta, con un: "Y ahora ¡a la lucha!".
Quienes me conocen saben de mi profunda admiración por el personaje más importante que ha tenido Salamanca en su último siglo. Tuve la suerte de que estas líneas que acabo de escribir llegaran a mis ojos en mi adolescencia y me marcaran de forma indeleble para siempre. Luego ya vino la lectura apasionada de mucha de su obra, no toda, por supuesto, aunque lo mejor de él, como decía doña Emilia Pardo Bazán, eran sus cartas, sus epistolarios. En las cartas están, en efecto, las claves para el estudio de su vida y su obra.
El pensamiento y la obra de don Miguel siempre han estado vigentes. Escribía en 1939 Pablo Luis Landsberg: "Siento que Unamuno no ha muerto del todo?, es como si su sombra inquieta errase sobre los campos y montes de España. ¿Cómo puede dormir tranquilo el que dijo que llevaba en sí mismo a todo el pueblo español con todas sus contradicciones?"
Hace unos días, (como cada 31 de diciembre, fecha del aniversario de su muerte, un 31 diciembre de aquel doloroso y terrible año 36, en el "angosto gabinetito" de su casa, al calor del brasero, donde, como prisionero, moriría, harto y cansado de los "hunos" y de los "hotros", y de esa guerra incivil, que estaba desangrando España) recibía el homenaje de las Autoridades y vecinos de mi ciudad, Salamanca. Nunca asisto al mismo, creo que no sería de su agrado la parafernalia que se monta frente a su estatua ni frente a su nicho donde descansa. Mi mejor homenaje, depositar aquí en forma de semilla su elogio y su defensa de la verdad y la vida, especialmente en estos momentos, donde la mentira reiterada se esparce impunemente y encuentra un hueco en la vida de muchas personas, que han dejado de tener una vida digna y han perdido todo tipo de esperanza. Vivimos tiempos donde el compromiso busca sitio para esconderse. Siempre lo he dicho, la mentira y el miedo van de la mano. Termino mi columna pacientes lectores, y ahora ¡a la lucha!, el tiempo que me quede por vivir.