OPINIóN
Actualizado 12/05/2015
Daniel Prieto

Estos días el centro de la noticia cultural en Salamanca y en otros lugares de nuestra geografía se genera en las Ferias del Libro, y este columnista que hace años vivió las mieles de la presentación de "Un capricho envenenado con almíbar" (concebida como

En el presente año encontrarán aquí, entre otras excelentes firmas y novedades, tres exquisitos libros de tres géneros distintos: Sofía Montero con su poemario "Silente" del que hemos tenido ocasión de escuchar de viva voz unos excelentes versos, Amador Martín con "Salamanca, ciudad interior", un bello libro en el que recoge con su cámara la belleza de luces y sombras con las que nuestra ciudad cautiva y, por último, la creatividad de la  jovencísima Colleen Brooks (C de Celia, B de Blanco, 17 años) con su novela "Gifters", libro muy bien escrito y de una desbordante imaginación.

Pero hablemos del escritor y de la creación literaria.

Todos coincidimos en sostener que escribir es un estado de ánimo que se realiza en solitario y en mi caso deduzco, so pena de citarme a mí mismo, que es una actividad que practico para sentirme bien. Quizá debería decir un arte, pero la denominación de "artista de la palabra" impone, así que la dejo en el camino y entramos en el campo como un labrador con tractor tecnológico, distinto de aquellos clásicos que labraban con azada, plumas que parecían la continuidad de sus arterias. Un Jorge Manrique, Teresa de Jesús, Fray Luis de León, Francisco de Quevedo, Miguel de Cervantes, Miguel de Unamuno y un sinfín de autores que no tuvieron mejor taller literario que el pensamiento, la lectura y la observación.

Pero al ser tantos y tan buenos en aquella España pequeñita, esto nos hace pensar que para la inspiración, ahora y siempre, lo importante sea esa huida del mundanal ruido. Fray Luis no tenía duda, pero la añorada vida que plasmó el fraile salmantino tampoco fue su forma de vivir, sino un deseo, ya que como Cervantes en Argel, también Fray Luis estuvo encarcelado en Valladolid. Y aunque de manera involuntaria, aquello fue una descansada vida con años dedicados a pensar que dieron como resultado libros en papel y libros en la cabeza. También Quevedo, de familia noble y cortesana, gozó de la tranquilidad de los jardines de Palacio, al igual que Santa Teresa de los silencios del Convento, o Miguel de Unamuno en su destierro de Fuerteventura. No hay duda que para crear es necesaria una buena dosis de retiro.

Ya tenemos que vocación y retiro son dos esencias básicas. La imaginación se supone, la gran imaginación no tanto, otro requisito. Y por encima de todo, ese abstracto árbol del conocimiento al que el escritor le va dibujando ramas y hojas. Ahora, si me lo permiten, como enseñanza de tantas celebridades, al escribir se ha de ser conciso, a ser posible utilizar palabras contemporáneas, usar el verbo idóneo y aprovechar el ingenio cuando se hace presente, pues a veces se muestra muy esquivo. Luego hay quien dice que para ser escritor es imprescindible ser mala persona. Lo apuntamos, pero yo no me atrevo a decir tanto, aunque es verdad que si eres buena persona pero no tienes un algo de mala leche los escritos suelen quedar un poco sosos, o "saboríos", como se dice en aquella tierra de mis orígenes extremeños.

Y ya que estamos dispuestos a sacar a la luz la manera de concebir la escritura, diremos que este puñetero Arte es tan contagioso porque pasa por tomar un mosquito y sacarle todo su linaje. Los demás ingredientes me los callo, por ser patrimonio personal de cada escritor. Pero no por ello queda todo bajo control, que el azar también cuenta, y aunque sea una actividad vocacional, a veces tiene sinsabores y, como muestra, el reconocimiento del lector ni siquiera sea el recuerdo de una metáfora o una imagen de las cientos de miles que un prolífico escritor elabore, sino la popular anécdota de "yo vengo aquí a hablar de mi libro".

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