Lentamente, etéreas, pálidas y suaves, vagan por el cielo de mayo. Buscan otros cerros, otras lomas que asombrar. Nubecillas de un tiempo antiguo. Serenas y espaciosas.
Son restos del naufragio largo de una semana bañada en ríos de agua fresca e intempestiva. Sin tormenta; con una borrasca pausada y persistente, que ha calado las piedras y los campos.
Parecía no acabar, y hoy amaneció día alegre, con un sol tímido y esquinado que basta para templar las calles, achicar los charcos y elevar los ánimos.
Es ya tarde avanzada, pareciera que eterna, en este época de mieses y amapolas que iluminan con fugacidad los cansados campos anchurosos.
Unas figuras rápidas atraviesan las calles, contrapuntos necesarios de esta calma, patria de los vencejos. Sin distinguir ni aceras ni callejones, aprietan el paso y acortan para llegar a tiempo, aunque sea de ver el final.
Antes pasó la comitiva por las calles principales, con modesta pompa, hacia el lugar solemne donde ya se han jurado franco amor diligente y difícil. Con sólo una intuición lejana de que la vida les traerá deleites, agasajos y también tristezas. La vida?
No pasará un año y algunos de los que asisten al acto, hoy con traje de gala, vestirán otras sayas para el último camino. Vendrán otros luego, que les dejarán huella profunda y veloz, en su breve paso por su historia sencilla.
Aún otros les acompañarán más tiempo, defensores y consejeros en tantos avatares comunes. A unos les verán muy poco, aunque parecerá que nunca se han dejado de ver; a otros les tendrán más a mano, como escoltas perdurables e insustituibles.
Empezaron un día de invierno el receloso viaje que se tornó en esforzado conocimiento y confianza, en insospechada aventura que les llevó a recovecos del alma, a inevitables desencuentros y a la maravilla de la creación de seres pretendidamente libres.
Todo empezó despacio, un beso llevó a otro, y luego a otro y a otro? en tiempos de bonanza y en tiempos de amargor? Menguaron algunos meses, y en otros llegaron a florecer y a dar fruto? como las cerezas?