OPINIóN
Actualizado 11/05/2015
Javier González Alonso

Hemos sobrepasado el ecuador de la primavera, rebosando vitalidad, con la vida en pleno apogeo. La semana pasada, en esta misma columna, os contaba algunas curiosidades sobre las salamanquesas que se han instalado en casa; hoy, quiero contaros el reencuentro con una especie que, no por poco odiada, puede dejar de ser considerada una las grandes supervivientes de la historia natural.

Ya hablé sobre ellas en otra columna anterior [http://bit.ly/1PxsisL], explicando cómo arrastran sobre sus espaldas, y nunca mejor dicho, múltiples leyendas, de origen religioso en nuestras latitudes, que las han convertido en el centro de la ira de gran parte de la población, pese al grandísimo beneficio que supone su presencia en los campos ibéricos. Su dieta habitual, basada en langostas, topillos, ratones, insectos de diferentes tipos o pequeños pájaros, las convierte en prodigiosas limpiadoras de otras especies, lo que hace que sean trabajadoras "en nómina" en muchos silos comunales en pueblos cerealistas, lógicamente de especies no venenosas.

Al entrar en casa, tras pasear con los perros después de comer, nos encontramos detrás de la puerta de entrada una víbora europea, Vipera aspis, que rápidamente al detectarnos, adoptó la postura defensiva, basada en estar preparada para el ataque. Su cabeza triangular, además de sus pupilas verticales, cosa que únicamente puede apreciarse una vez has tomado algunas precauciones, le hace inconfundible entre todas las serpientes ibéricas. Para cazar recurre al acecho, a la paciencia, a mantener la calma y la quietud, lanzándose sobre su presa velozmente cuando la tienen al alcance. No destacando por su rapidez al reptar, en las distancias cortas, inferiores a 25 cm, su tercio delantero se convierte en un auténtico rayo. El veneno, inyectado en menos de 4 centésimas de segundo, tiene una doble función: hemotóxica y predigestiva; primero, ciertas proteínas, responsables del efecto tóxico y letales del veneno, funcionan inmovilizando la presa; y, en segundo lugar, más de 20 enzimas ayudan a la digestión de la misma.

Curiosamente, una vez "domesticadas", la mayoría de las serpientes suelen tener un comportamiento apacible: al tener el alimento asegurado, y siempre que no se sientan amenazadas, sus instintos se relajan y terminan por reconocer a quien las alimenta. Personalmente, prefiero disfrutar la naturaleza en su estado original, sin someter a ninguna especie a la tortura carcelaria que suponen dichas domesticaciones.

Malditas en el catolicismo, encarnando al Príncipe de la Oscuridad; Gran Hacedora en la mitología australiana; arma de guerra de Aníbal, que arrojó ánforas llenas de víboras para distraer a los marinos romanos; representación en Grecia del Poder Supremo, conocimiento, sabiduría y longevidad; remedio casero en Aragón, donde se preparaba caldo de víbora para curar catarros; o, usada para ser comparada con gente sin la más mínima dignidad, como todos los corruptos que pululan por nuestras administraciones públicas, las serpientes nunca han dejado indiferente al ser humano.

Sus venenos, hoy día, son utilizados en medicina como fuente de diversos fármacos para otras tantas enfermedades: cardiopatías, trombosis, parkinson, poliomielitis, hipertensión, epilepsia, botulismo, reumatismo, artritis, cáncer y otras muchas, todavía por descubrir? si las dejamos en paz.

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