El fulanismo es grave enfermedad producida por inflamación de personalismo.
En campaña electoral aplauden enfervorecidos al patrocinador todos los aspirantes a sillones en concejos y canonjías autonómicas, que han sido designados para ello por el dedo mágico del patrón, sacando pecho por él hasta romperse los botones de la chaqueta que luce en la solapa la venerada imagen del fulano que los apadriana.
Es el fulanismo grave enfermedad que afecta especialmente a la glándula política, producida por el desmedido interés de los pacientes que la sufren para agruparse en torno a un lideroide con el fin de llevarse todo lo que puedan, soportando sobre las cabezas la bota del patrón y sus bastonazos cuando los fulanistas miran para otro lado o no aplauden las ocurrencias del jefe, por disparatadas que éstas sean.
Semejante trastorno provoca en los sujetos una confusión mental que genera interesadas lealtades personales y falsas adhesiones ideologías, con el objetivo final de arañar algo de poder y dinero, aunque muchos se dejen en la apuesta la piel si las urnas cierran sus puertas al padrino, que imparte bendiciones entre sus incondicionales adheridos.
El área geopolítica de influencia del fulanismo es muy amplio, contaminando con su hedor ámbitos vecinales y nacionales sin miramiento alguno, pues su capacidad de adaptación al medio es asombrosa y está en relación directa a la incompetencia personal de los sujetos que sufren esta patología, pues la inseguridad que demuestran en su futuro profesional les hace incrementar su adhesión al cabecilla para lograr la carrera política que ambicionan, ante la imposibilidad de buscar acomodo profesional en la sociedad, por los escasos méritos personales que atesoran.
Por eso el rajoysmo, riveraísmo, pedrismo y pablismo es preocupación constante e inquietante de los militantes fulanistas, que abandonarán al ídolo en la cuneta del olvido, cuando este sea fumigado por las urnas.