Las conquistas científicas sobre la salud sólo sirven si son accesibles al pueblo. Ramón Carrillo. Neurocirujano, neurobiólogo y médico argentino.
No, no se trata de una nueva ONG sino de una amenaza real y dramática. Más de 8 millones de niños mueren cada año, 100 millones de personas caen en la pobreza al no poder afrontar sus gastos sanitarios y el 90% de las enfermedades las sufren personas que viven en países empobrecidos, pero lo más triste de toda esta injusta desigualdad es que, como afirmaba recientemente el Presidente de Médicos sin Fronteras, hablamos de enfermedades fácilmente tratables.
En un mundo globalizado, las enfermedades NO tienen fronteras. El VIH/Sida desde 1978; la neumonía asiática (2002); la gripe aviar (2005); la gripe A o porcina en (2009) y más recientemente el virus del ébola, así lo demuestran. Los virus no entienden de alambradas, concertinas, acuerdos internacionales ni controles fronterizos. En este mundo TODOS somos igualmente vulnerables y por eso TODOS debemos sentimos corresponsales del bienestar y la vida de los otros. En una Humanidad que se ha dotado a si misma de un marco ético normativo de Derechos Humanos Universales, son necesarios profundos cambio de manera que estos sean consolidados para TODOS.
Para ello la Ayuda Internacional, que hoy por hoy carece de proyecto común y se fundamenta en la voluntad de los países donantes, se debe transforma en un modelo de cohesión global que defina estándares mínimos y comunes de desarrollo, de cobertura de necesidades básicas, que posibilite unos niveles de vida digna a todos los seres humanos y todo ello bajo el principio de responsabilidad compartida y acuerdos vinculantes.
La creación de un seguro universal de salud es una meta alcanzable, si bien es verdad que a largo plazo, pero factible. Su realización dependerá del camino que en los próximos años tome el orden mundial, ya en profunda transformación, y de cómo hoy seamos capaces de aprovechar el momento de evolución en el que se halla la salud global, pues las decisiones y soluciones que se tomen en la actualidad deben configurar una hoja de ruta que prepare el terreno para lograrlo.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos tiene por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana. En ella también se establece que todas las personas tienen derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios (Artículo 25).
La ya citada Declaración reconoce que el derecho a la salud tiene que ser promovido y asegurado por los Estados a sus ciudadanos y establece la responsabilidad del resto de los países de la Comunidad Internacional para ayudar a aquellas Administraciones Públicas con menos recursos a hacer realidad este derecho a la salud, así como el resto de derecho fundamentales. Sin embargo, más de sesenta años después de su firma y ratificación, los gobiernos continúan incumplido sistemáticamente las obligaciones recogidas en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales al no garantizar el derecho a la salud y dar prioridad a oscuros intereses mercado.
El médico italiano Augusto Murri decía "Si podéis curar, curad; si no podéis curar, calmad, y si no podéis calmar, consolad." Está claro que podemos curar, entonces ¿debemos conformarnos con calmar y mucho menos con consolar si ello nos empobrece como Humanidad?