OPINIóN
Actualizado 08/05/2015

En dietética, como en casi todo, queremos resultados y los queremos ya. La persona que se acerca a la consulta lleva tiempo reuniendo fuerzas antes de decidirse a dar el paso y en muchas ocasiones viene de malas experiencias, la paciencia se va acabando y demanda, en muchas ocasiones, una pérdida de peso casi inmediata. Esa es una parte importante de las primeras consultas, el conocer las expectativas y comunicar eficientemente cuál será el resultado del tratamiento tanto en posible objetivo final de pérdida de peso como en cuanto a tiempo que se empleará en el mejor y en el peor de los casos. Hay que ser muy claros y evitar crear falsas expectativas de resultados espectaculares en poco tiempo que, si se hacen las cosas bien, ni son realistas ni son lo más recomendable.

Salvo situaciones clínicas de obesidades en donde está comprometida la vida, lo recomendable es que el adelgazamiento se produzca lentamente. Esto, aunque suponga un jarro de agua fría en la primera consulta, debe quedar claro desde el principio pues sólo así prepararemos el terreno para una carrera de fondo que es la pérdida de peso. Por ejemplo, pérdidas semanales de un kilo es un ritmo aceptable y fácil de sobrellevar y se puede conseguir con una dieta no excesivamente restrictiva. La razón fundamental de la lentitud de la pérdida de peso es la de que el organismo se "reorganice" metabólicamente. Cuando un individuo va alcanzando un peso no deseable y tanto más cuanto más se aleja del peso adecuado, se van creando situaciones metabólicas inadecuadas. Así, el metabolismo de las grasas no es el que debería ser como también ocurre con el de la glucosa. Para que estos metabolismos vuelvan a su condición normal y además contribuyan a mantener un buen peso cuando se ha adelgazado, la mejor estrategia es adelgazar lentamente. Las pérdidas rápidas de peso no permiten una buena readaptación del metabolismo del individuo y además, una vez adelgazado, es más fácil volver a ganar peso. Esto nos lleva a que la dieta no deba ser excesivamente hipocalórica ni demasiado restrictiva para así lograr el adelgazamiento lento como estamos comentando. Además de que supone un menor sacrificio, se consigue un mejor suministro de nutrientes en general y de vitaminas y minerales en particular, cuyo control es de especial importancia cuanto se disminuye la cantidad de alimentos que se ingieren. Las dietas hipocalóricas extremas que provocan pérdidas semanales superiores a dos kilos no sólo suponen pérdida de grasa sino también de músculo y tejido visceral, algo totalmente indeseable desde el punto de vista del mantenimiento y mejora del estado de salud y base de una rápida ganancia de peso tras el tratamiento.   

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