OPINIóN
Actualizado 04/05/2015
Jorge Moya

El ser humano es gregario por naturaleza. Forman grupos que conviven e interactúan entre sí.  Estos grupos son capaces de construir una sociedad que evoluciona y solventa problemas. Los grupos sociales son impulsados por los individuos que los conforman y les empujan a avanzar.

Para que exista un relativo orden o armonía, se crean unas leyes que garantizan el buen funcionamiento de la sociedad. Todo individuo que forma parte de dicha sociedad, en teoría, se esfuerza por conseguir, de una u otra manera, que su grupo social progrese para que le permita cubrir todas sus necesidades vitales.

En estos núcleos humanos, siempre existen individuos que parasitan, aprovechándose del esfuerzo del conjunto de la sociedad para su propio beneficio, sin generar aportación alguna al grupo. Estas acciones parasitarias derivan, en multitud de ocasiones, en la violación de las leyes que han establecido y aceptado el resto de los seres humanos.

La lógica nos llevaría a pensar que, cuando otro ser humano se salta las normas instauradas,  debe de ser apartado de la sociedad para que cese su parasitismo y, al mismo tiempo, privarle de los beneficios que el resto de personas han creado con arduo esfuerzo. Pues resulta que no es así.

Hace tiempo, los grupos más socialistas de nuestra sociedad (valga la redundancia), decidieron que había que "humanizar" los lugares en donde eran confinados dichos parásitos. Confiando en que estos chupones sociales se podrían reinsertar de nuevo en el grupo.

En mi humilde opinión y pensando que un servidor no está libre de formar parte algún día, por una u otra razón, del grupo de gorrones sociales, creo que la cárcel es un lugar de castigo y separación del resto de los individuos para que la sociedad mantenga su buen funcionamiento.

Lógicamente y como menciono varias veces en este escrito, todos somos seres humanos,  por lo que nunca podemos permitir que, en los centros penitenciarios, se viva en condiciones infrahumanas, pero de ahí a vivir con lujos?. de ninguna manera. 

Los  lujos que quiero decir,  no consisten en televisiones de plasma en las celdas, piscinas climatizadas, saunas, futbolines, mesas de ping-pong, porterías, canastas sin red, piscinas o incluso polideportivos, como creó el señor Rubalcaba y su cuadrilla de alzapuños allá por el año 2008 en diferentes puntos de España, sino que me refiero a esos derechos que sólo deberían de tener los individuos que siguen las leyes marcadas, como por ejemplo el derecho al voto. Vergonzoso es que, en estos tiempos que corren, haya presos que coticen en la seguridad social por participar en distintos talleres, mientras personas de bien no saben si cobrarán su jubilación.

¡Ojo! y no digo que la ausencia de libertad no sea un gran castigo para algunos, pero sí creo que para otros, carentes totalmente de miedo al penal ya que han vivido ese mundo de presidio desde que nacieron, simplemente son unas vacaciones en un hotel de lujo.

¡Qué tiempos nos tocan vivir! Una España tan sumamente socia? lista, que permite que vivan mejor sus  presos que muchos  de sus ciudadanos.  

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