OPINIóN
Actualizado 02/05/2015
Eusebio Gómez

A una mujer que se confesaba frecuentemente de hablar mal de los demás, San Felipe Neri le preguntó: "¿Te sucede con frecuencia hablar mal del prójimo?". "Muy a menudo Padre", responde la penitente.

"Hijita, vuestra falta es grande. Es necesario que hagas penitencia. He aquí lo que harás: mata una gallina y tráemela enseguida, desplumándola por el camino desde tu casa hasta aquí".

 La mujer obedeció, y se presentó al Santo con la gallina desplumada.

"Ahora, le dijo Felipe, regresa por el mismo camino que viniste y recoge una por una las plumas de la gallina?"

 "Pero es imposible, Padre, rebatió la mujer; con el viento que hace hoy  no se encontrarán más?"

"También yo lo sé, concluyó el santo, pero he querido hacerte comprender que si no puedes recoger las plumas de una gallina desparramadas por el viento. ¿cómo podrás reparar todas las calumnias levantadas y dichas a mucha gente?, y en perjuicio de tu prójimo?" (De la Virtud en ejemplos A. y C.)

No se pueden recoger las plumas de una gallina, desparramadas por el viento. Tampoco se puede reparar todo el daño causado por la crítica y la calumnia.

La Escritura nos habla del gran perjuicio que se puede causar con la lengua. La lengua es una serpiente, es una flecha afilada, es una flecha homicida. De una lengua perversa vienen la mentira, la doblez, la calumnia.

Nada bueno puede salir de la crítica destructiva, ya que ésta pone de manifiesto una murmuración, calumnia o un juicio temerario. ¿Por qué critican las personas? Estas lo hacen, normalmente, por envidia, celos, orgullo, susceptibilidad herida, agresividad?La crítica brota de un corazón amargado, duro arruinado por los fracasos y el negativismo. Una persona que ha caído en la manía de cuestionarlo todo, de creerse siempre superior a los demás, está incapacitada para poder descubrir todos los valores positivos de los otros. A la larga, todos huirán del calumniador, criticón, murmurador, pues nadie tiene las espaldas seguras con él. Hasta los mismos amigos se pueden convertir en víctimas inocentes.

Una señal de que se ama al otro es el no criticarlo. Si lo amo de verdad y quiero ayudarle, no adelanto nada con airear sus vicios, y mucho menos reírme de sus limitaciones y desgracias.

Ser bondadoso e indulgente para con los demás es una señal cierta de que Dios anda de por medio. Es imposible condenar al otro viviendo en la presencia de Dios. El Padre de todos, que disculpa siempre, y ve toda la bondad que hay en el corazón humano, con su sola presencia ayuda, estimula y desarrolla nuestra capacidad de amar.

La lengua bien amaestrada dice y hace maravillas, es "plata de calidad" (Prov 10,20). Quien no pone freno a su lengua, se equivoca y su religión es vana (St 1, 26). Tan importante es cuidar lo que se dice, que el salmista aconseja: "Guarda tu lengua del mal y tus labios de las murmuraciones. Evita el mal, haz el bien, busca la paz y persíguela" (Sal 34, 14-15).

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