Me sugieren varios amigos que diga algo sobre la bonanza de leer, de cultivar el espíritu, de ampliar fronteras mentales, y yo me pongo a ello.
El caso es que hoy me gustaría llegar a quienes no me escuchan. A los que pasan de mí conociéndome o los que ni me conocen. A los que leen en general y a los que no. Y es que no sé cómo se puede anunciar un buen libro al igual que una bebida de cola, o un coche, un champú o una colonia. No veo publicidades en la tele que anuncien el consumo de libros (salvo de cocina o algún otro tema interesado y oportuno). No hay competencia posible. El caso es que se editan cada año infinidad de títulos (quizás el mal sea eso mismo). Pero ni caso.
Lamento no saber cómo anunciar con eficacia. Si de mí dependiera publicitaría libros, cuadros, tertulias, ideas. Todo eso insustancial (que decía el bueno de Nacho). Pero dudo de la eficacia del invento en este mundo nuestro. No sé si será el producto, el marketing usado, o que maldita necesidad (que diría otro). Pero da algo de pena el asunto.
¿Sugerencias? Desde coger un vehículo con megáfono y ponerse en las esquinas dando voces sobre la bonanza del producto. Destapar señores y señoritas en pelotilla como señuelos en el punto de venta. Ofrecer un viaje o un licor por la venta de un ejemplar. Un sorteo con fin de semana convivencial con el autor o autora. El libro incorporado a ipod (a precio de libro, claro). Libros comestibles. Libro bolso, libro mochila. Libro salvoconducto. O libro libre.
Yo reconozco haber dejado de leer prospectos de medicamentos (no quiero saber con qué me enveneno). También he dejado de lado a teóricos del arte retorcidos (ya tuve demasiado). A opinantes políticos autoconvencidos. A fanáticos de lo que sea. Y a los best seller de moda. Y aun así leo (no se vayan ustedes a creer). Me sigo recreando con tres o cuatro autores de cabecera y muchos artículos de opinión prudentes y divertidos. Pero sí, a pesar de todo, les sugiero leer. Leer mucho (aunque sea libros).
Fotografía: Lorena Petisco