OPINIóN
Actualizado 29/04/2015
Fernando Segovia

Mientras esperamos algo del más allá, aquí estamos pasando el rato lo mejor que podemos y sabemos. Estamos agarrados como lapas a este lado de la valla, mirando pero sin querer saltar, intentado saber cómo pueda ser lo del otro lado. Por aquello también de la morbosa curiosidad. Pero lo malo de estas vallas tan tupidas de no sé bien qué, es que no se puede saber si la otra vertiente nos gusta o no.

          A mí me han contado que ninguno, excepto uno (sólo uno), ha estado a uno y otro lado para contar qué hay. Que todo lo que sabemos y conocemos es lo del más acá. Que del más allá sólo hay referencias testimoniales escritas de quienes conocieron al que vivió de un lado y de otro. Que fotos, evidencias objetuales y demás, pues que no hay. Así que aquí andamos sin saber a ciencia cierta sobre muros tan frágiles como oscuros. Que como me decía un paisano muy salado de hace años: que hay más muertos que vivos, oye, y que estamos mucho más tiempo en el más allá que en este más acá. Es para pensárselo.

         Hay quien se aficiona de forma entusiasta a la metafísica y estudia y describe fenomenologías que no puede probar. Pero claro, siempre desde la vertiente especulativa, nada científico (que diría mi amigo Steve, tan inglés, tan pragmático). Y aún así valoro sus esfuerzos. Estudian, profundizan en el misterio, pero no me desvelan nada evidente. Y es que no son capaces de hacerlo (que algunos hasta lo confiesan). Pero los veo tan convencidos, tan esforzados en su intento, que no puedo menos que admirarlos y escucharlos. Pero debo ser tan terco y difícil de convencer que cuando hablan y dicen que mire al otro lado, que cierre los ojos y crea, que sí se puede ver, yo sólo sigo viendo un muro frágil (fragilísimo, que lo veo en lo fácil de tantos y tantos que saltan sin quererlo al otro lado) y muy, muy oscuro que impide que se vea el más allá. Y claro, no puedo valorar algo que desconozco.

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