OPINIóN
Actualizado 26/04/2015
Pedro Samuel Martín

Es el momento de la solidaridad, siempre lo ha sido, aunque ahora más. Ha ido pasando el tiempo, y quizás no hayamos sido capaces de percibir tantos y tantos conflictos que desde la lejanía los veíamos como algo ajeno, irreal, que eran parte del espectáculo que todos los días nos brindaban los telediarios y la prensa en imágenes, que no dejan de ser imágenes, pero que después de verlas se diluyen como un azucarillo en el café. Y así nos lo tomamos, sin percibir en este caso el efecto de edulcorar algo agrio.

Pero el problema seguía ahí, y nosotros, la sociedad, y lo más triste, los gobiernos  en general, hacíamos oídos sordos a los conflictos, a las guerras en las que unos pocos se hacían con las armas, con el control del resto; terror, hambre, miedo, desolación, familias completas, mayores? ¿y los niños? ¡Ay los niños!, ¡nuestros niños!, ¿cómo los protegemos ante tanta barbarie? Ya hablé algo sobre ello en mi artículo de opinión "Melilla: y la frontera de las concertinas", y las mafias que se ocupan de rentabilizar tanto horror.

A la hambruna, a la que parte de nuestro mundo está condenada, y a la que nadie pone remedio, con todo lo que vamos desperdiciando en nuestro día a día, y en nuestro consumismo incansable.

Es el momento de practicar la solidaridad entre los más allegados, sin olvidarnos de los que ya he hablado, pero en este caso, no creo que el azucarillo sea capaz de diluirse para que pase desapercibido  porque lo tenemos delante, detrás, y a nuestros flancos.

No pueden pasar para nosotros desapercibidas tantas y tantas familias a las que tenemos la obligación de ayudar, porque lo están pasando mal, y nuestra cercanía y proximidad son necesarias para ellas.

Gracias a las ONG,s y a tantas y tantas personas que habitan nuestros pueblos, que trabajan desde el anonimato con el único fin de echar una mano.

Gracias a los Bancos o fondos de alimentos, a Cáritas, Cruz Roja, Proyecto Hombre, parroquias, etc.
Gracias a todos los que idean iniciativas solidarias.

Gracias a todas y cada una de las personas, organizaciones, instituciones que adoptan medidas para garantizar a una familia lo más básico para vivir.

Es nuestra obligación, y lo afirmo desde mi modesta experiencia municipal, adoptar y promover medidas a favor de nuestros vecinos para que pronto percibamos algún cambio. Que lo amargo se vaya convirtiendo en dulce.
Sólo desde la cercanía a nuestros vecinos sabremos de sus necesidades y cómo paliarlas. Entre todos, sumando un poquito cada uno, iremos resolviendo las necesidades mínimas.

Hay que continuar, esperemos que la salida del túnel esté cercana, y vuelva la normalidad, la prosperidad, el trabajo, y todo lo que nos falta ahora quede en el olvido. Habremos conocido lo qué es la solidaridad y ¡sigamos practicándola! Si hoy no la necesitamos, puede que sí lo hagamos mañana.

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