OPINIóN
Actualizado 26/04/2015
José Luis Puerto

La humildad, la bondad y la entrega. Tres valores salvadores. Tres valores que nos dan sentido y que configuran por sí mismos un cosmos, que podrían librarnos de tantos caos como nos toca padecer

Este pasado 22 de abril, se entregaban en Valladolid los Premios Castilla y León. El poeta soriano Fermín Herrero hablaba sobre la humildad, la bondad y la entrega a los demás como los modos más eficaces de mejorar el mundo. Totalmente de acuerdo

Y está bien apuntar en público en esa dirección, porque precisamente en el mundo en el que vivimos se exhiben y practican los contravalores de la soberbia y el orgullo, de la maldad y del egoísmo, y además sin escrúpulo alguno.

            La humildad, la bondad y la entrega. Tres valores salvadores. Tres valores que nos dan sentido y que configuran por sí mismos un cosmos, que podrían librarnos de tantos caos como nos toca padecer.

            Y, curiosamente, tales valores tienen, en nuestra cultura y en nuestra historia, una raíz cristiana innegable. Podríamos decir que los tres apuntan a ese otro valor también de estirpe cristiana que es la fraternidad.

            Pero, claro, hoy, en nuestras sociedades, al que es bueno se le considera y se le trata como un tonto; al que es humilde se le pisotea sin piedad; y del que se entrega a los demás se abusa sin escrúpulo alguno. Porque tales valores, cuando los percibimos y nos beneficiamos de ellos, tendrían que llevarnos a la gratitud, a agradecer todo aquello que se hace por nosotros.

            Y también la ingratitud, hoy, campa por sus fueros, sin problema alguno. Hay un refrán o dicho popular, que todavía puede escucharse en nuestras sociedades campesinas, que alude a ella; dice así tal paremia sobre la ingratitud: "Lo olvidado, ni agradecido ni pagado."

            Cuando, en los medios de comunicación, veíamos el grupo de galardonados con los Premios Castilla y León, se nos fue enseguida la mirada tras uno de los premiados: el sonriente anciano, vestido de modo humildísimo, sin guardar etiqueta alguna en su indumentaria; era, es el párroco salmantino Antonio Romo, premio de los valores humanos. Y, pese a no conocerlo en persona ni haber charlado con él, al contemplar su imagen, vemos detrás de ella a un hombre entregado, humilde y bueno.

            Cuánta necesidad tenemos de ellos, en un mundo que exhibe cínica e impúdicamente el orgullo, la soberbia, la maldad, el egoísmo... como formas más llamativas del mal.

            El extraordinario escritor judío-galo-egipcio Edmond Jabès indica en uno de sus más hermosos libros ("Libro de las preguntas"): "Así la disponibilidad sigue siendo la salvación". La disponibilidad, esto es, la entrega, ese darse sin pedir nunca nada, sin que nos importen las consecuencias que trae.

            Fermín Herrero apelaba, en su discurso de agradecimiento por el Premio Castilla y León de las Letras, a esos tres valores ?humildad, bondad y entrega a los demás? como elementos capaces de mejorar el mundo y mejorar la vida.

            Qué bueno sería que tales palabras no cayeran en oídos sordos.

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