? él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio.
Miguel de Cervantes
Saturado de estos días de lisonjas oficiales y oficiosas, ahíto de palabras y entornos preposicionales sobre y alrededor del libro y la lectura, les pido que me disculpen y con su permiso me voy de la mano de Francisco Casavella; me libro:
"Así como existe una edad de la inocencia y otra edad de la resignación, creo poder enunciar una edad de la sátira, puente entre las dos. La sátira suele originarse en la desesperación de participar de un mundo ya concebido, pero inconcebible. Antes de que cuaje la amargura, antes de comulgar entusiasta con las vanidades del poder, de la gloria o de la superstición, el ser humano se erige en rabioso moralista durante un tiempo. Ese tiempo es indeterminado: hay quien vive siempre esperanzado, hay quien se resigna o se malea desde su luminosa primera comunión y hay (son menos de los que parecen) quien se perpetúa en un estado de alarma moral. Éste, si no es un pelmazo, sabe que el único utensilio del que dispone es el ridículo, poner de relieve la estúpida naturaleza humana disfrazada de seriedad. Lo satírico es por tanto lo cómico unido a un conocimiento cabal de las estructuras, relaciones y naturaleza del ser humano vistas con el lirismo desplazado de un niño prodigio (a ser posible ajedrecista) muy, muy extraño que no cesa de poner de manifiesto lo obvio, no parece ocultar envidia o sed de venganza, y por tanto ridiculiza. La sátira debe romper los esquemas previos del lector y hacerle entrar en un modo muy particular de ver el mundo, demostrar que ese es el modo correcto de verlo. La sátira será más poderosa cuanto más lo sea la complejidad y coherencia de la formulación. Y su formulación es su estilo. Y eso ya es literatura."
Ni malas preñeces en el pensar, ni malos partos de la lengua: buen retrogusto cervantino, ¿no les parece?
Nos leemos.