OPINIóN
Actualizado 23/04/2015
Aran Blanche

Hace unos días tuve la suerte de visitar la exposición de Cuarto Milenio en la Casa de América de Madrid.

Como seguidora del misterio, la emoción del evento hizo que llegara mucho tiempo antes de la apertura del lugar, y pude disfrutar de las enigmáticas vistas que nos ofrece el Palacio de Linares desde fuera.

Una vez dentro, sentí la magia, esa emoción tan infantil ante lo desconocido y lo especial, y es que no era para menos. Ante tantas cosas para ver en un tiempo tan concreto, puedo asegurar que la sección que más me impactó y donde más me entretuve (aunque no fueran los que gozaban de mayor tamaño), fue sin duda la de los muñecos malditos.

Situados en mitad de la sala, allí estaban, con ese aura siniestro que siempre les rodea. Fotos y más fotos a esas figuras aparentemente inanimadas que acaparaban gran parte del protagonismo del lugar.

Principales causantes de maldiciones y crímenes, estos muñecos siempre han sido vistos con temor y tratados con el respeto que merecen, pero realmente, ¿quién no tiene en casa una de esas muñecas de porcelana que a pesar de su aparente inocencia nos causó más de una noche de insomnio en nuestra infancia e incluso ya de adultos? Caras que parecen moverse, ojos que nos observan... son muchas las macabras características que destilan este tipo de figuras.

Sin embargo, este miedo no pertenece a la sociedad actual sino que es algo ancestral. El hecho de poseer rasgos humanos o el miedo a que estas figuras cobren vida son parte de la explicación.

Pero en el caso de los muñecos malditos, el miedo también procede de la energía que estos parecen contener, una energía maligna que alguien o algo ha puesto en ellos. Se habla incluso de alma, y esto es sin duda lo más aterrador de todo.

Como obsequio para terminar, un recorrido fotográfico por algunos de estos terroríficos seres de la exposición.

Robert, parece ser un muñeco vudú que hace de las suyas aterrorizando a todo el que se le acerca.

Anabelle, famosa por la película que recientemente se ha hecho sobre ella, lleva a su cargo infinidad de sucesos macabros.

Okiku, la muñeca a la que le crece el pelo.

Leda, fabricado por una madre cuyo hijo murió ahogado, se dice que es el más antiguo de los muñecos malditos.

Joliet, a pesar de ser un bebé, la muerte rodea a esta muñeca en cada lugar que habita.

Aprovecho aquí para agradecer el fantástico trabajo de Juan Villa, escultor y atrecista de Cuarto Milenio, que fue el creador de tan maravillosas recreaciones.

Espero que vuestra experiencia haya sido tan especial como la mía, y que estos rostros no os persigan... demasiado.

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