OPINIóN
Actualizado 21/04/2015
Redacción Comarca

El título se refiere a los "graffiti" que inundan y manchan las paredes y superficies de numerosos edificios de las ciudades españolas, incluida la nuestra, y también a los dibujos o cuadros que embellecen otras paredes o superficies del espacio público.

Alguien podría detenerse en el hecho de que la raíz de ambas actividades es la misma; pero aquí nos vamos a detener en las diferencias, que son mucho más numerosas que esa primitiva pulsión de coger un instrumento y "pintar", presente ya en los niños pequeños y en los pueblos primitivos.

La proliferación de "graffitis" en cualquier rincón y calle de nuestras ciudades ha puesto de manifiesto que  hay una parte de la  generación joven con un deseo de expresarse gráficamente y con una nula formación en artes o dibujo. Salvo excepciones los "graffiti" que manchan nuestros edificios son garabatos sin el menor valor artístico ni originalidad; casi todos se parecen como se parecen entre sí los graznidos de las urracas.

Más reciente, ha surgido un movimiento de embellecimiento de paredes o tapias urbanas, que ojalá crezca con control y apoyo económico de las instituciones municipales. Además de ser una ocasión de trabajo artístico para numerosos jóvenes, es  una manera directa de rehabilitar rincones  y también crear belleza popular. El barrio salmantino de la Plaza del Oeste es un precioso ejemplo de cómo se puede, con pocos medios, convertir un barrio sin especial atractivo arquitectónico en un barrio luminoso, vivo, en el que el arte y la imaginación asoman por numerosos espacios; de tal manera que  si sigue creciendo, pronto visitar la plaza del Oeste será una de las visitas "obligadas" para el visitante de Salamanca.

Teniendo en cuenta que el tema no es complicado de resolver, que en su gestión hay una gran unanimidad de criterios en la población y que la cantidad de paredes y espacios para  embellecer no es poca, las autoridades locales han de asumir la responsabilidad de ordenar las acciones, dinamizarlas, y excluir solamente a aquellos "graffiteros" que no aportan ninguna mejora en la estética de los espacios disponibles.

Como dice mi vecino, "Más vale un digno mural en sitio público, que un Picasso en la casa privada del millonario". 

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