OPINIóN
Actualizado 19/04/2015
Quintín García

Entonces todos los hombres de la tierra

le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;

incorporóse lentamente,

abrazó al primer hombre; echóse a andar....

CÉSAR VALLEJO

Poemas Póstumos. Masa. 5ª estrofa

 

Alzo mi estatura, postrada de agravios, y mi dedo,

mínimo, aunque erguido, contra el ángel

exterminador que ha ido sellando

con fuego los desalentados balidos, la memoria

rota de cuantos ciervos han sido

expulsados del Edén, ofrendados

en las altas piras de los templos de la ira

al dios Ares, impío estandarte de la tribu.

Alzo, sí, mi dedo y señalo en el ágora,

como en un antiguo cantar de ciegos, los nombres

de los ciervos heridos, escritos

uno a uno, esculpida su memoria por los siglos

en el mármol adolecido de este Muro construido

con acantos de sangre y llantos, huella, estela

fúnebre renovada una y mil veces en las

[encrucijadas

de todos los caminos, testigo

frente a los nuevos vientos negros.

 

Alzo mi frente e impetro al arcoíris, ángel

para la luz, por si una nueva luz ?¡cuándo!?,

mientras sorbo, amargo, el último

veneno, amarillo, de este invierno,

inextinguible lugar de desalientos.

Alzo finalmente mi grito contra el obsceno

desfile de cadáveres, gritos rotos uncidos

a los tristes lamentos de los cárabos y al despertar

dolido de los mirlos, gritos injertados

en las palabras que aquí grito en carne viva,

[construidos

con las tubas de un réquiem inconcluso, gritos

depositados como rojas rosas inmortales

en las tumbas devastadas

de las víctimas.

¡Va por ellas!

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