OPINIóN
Actualizado 18/04/2015
Matilde Garzón


Paulo Coelho escribió el cuento "Como el lápiz", al que pertenece esta frase: "Lo que realmente importa en el lápiz, no es la madera ni su forma exterior, sino el grafito que hay dentro. Por lo tanto, cuida siempre de lo que sucede en tu interior".


Un ordenador puede ser perfecto y permitir hacerlo todo, pero si no hay una persona que lo ponga en marcha, no vale para nada.


Todos los días vemos, contemplamos cosas maravillosas, pasamos de largo ante auténticos milagros a los que nos hemos acostumbrado y no percibimos,  como acaban sin audición los que viven junto a unas cataratas. La naturaleza, nuestro propio cuerpo, son los grandes maestros de unos alumnos adormecidos. Leonardo Boff escribió en un pequeño libro "Hablemos del más allá": "Viendo y viviendo la vida, podemos descubrir el sentido de la vida". ¡Cuántos dicen que quieren vivir la vida y se entregan al desenfreno para acabar convertidos en "cadáveres ambulantes" sin norte y concierto!


Durante la Semana Santa hemos visto la figura de Cristo Resucitado y la 13TV nos ha ofecido una película, "El cuerpo" en la que pugnaban la obsesiva búsqueda de los restos del cuerpo de Cristo y una vez hallados, la negación de esta evidencia por parte del Vaticano, porque si el cuerpo existía se derrumbaba el edificio de la FE católica. ¿Pero el cuerpo revive? ¿Qué es la resurrección? Veamos la vida.


 Todos los seres estamos sometidos a un proceso de transformación: nacemos a partir de un abrazo, una conjunción, como algo minúsculo:semilla, pequeño huevo que va creciendo y modificando su forma: raiz oscura, enterrada, de la que emerge un pequeño tallo verde que crece y se expande hacia los lados en varias capas concéntricas, y hacia arriba tomando un color marrón en su capa exterior que adopta la forma de tronco. De este brotan ramas y en ellas hojas verdes cuya forma ovalada en nada se parece a las ramas, al tronco, a la raiz.  Junto a las hojas nacen capullos , formas nuevas, arrugadas y apretadas al principio, que se van desplegando hasta convertirse en bellas flores de variado color, con pétalos de sedosa y aterciopelada textura, nada parecido a las hojas, a las ramas, tronco, raiz. Finalmente la parte más profunda de la flor se va hinchando, los bellos pétalos se oscurecen, se encojen y desaparecen, dejando emerger una forma nueva de jugoso y refrescante sabor, el fruto. El fruto es la culminación de ese viaje transformador y con todo, también desaparece, comido por otro ser superior o enterrado para generar nuevas vidas.  
En el evangelio de Juan abundan los textos que nos hablan de resurrección: 
En la frase más central, Jesús afirma: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre" en presente, frente a lo que era la creencia judía, que el autor había puesto en boca de Marta: "Sé que resucitará en la resurrección del último día". Todavía en misas de difuntos seguimos oyendo una afirmación difícil  de tragar:  los que vamos muriendo entramos en una fase de espera ¿dónde?, hasta "el último día" en el que resucitaremos con los que mueran entonces.
Un texto del evangelio apócrifo de Felipe explica: "Quien dice: «primero se muere y después se resucita, se engaña». Si no se resucita mientras se está aún en vida, tras morir, no se resucita ya". Y un dicho sufí: "Ahora estamos dormidos; cuando morimos, despertamos". Los santos y los poetas  lo han entendido siempre. Eugenia Domínguez: lo dice muy bien en algunos de sus poemas:

Dos fuegos hay en mí: uno se apaga
         por cualquier golpe de viento;
         el otro, invisible, 
         no dejará de arder
         cuando yo me haya ido.
 
         Hay dos fuegos en mí; 
uno es eterno y observa compasivo cómo el otro se consume 
         tan lejos de la vida,
       
creyendo que es la vida 
 quien lo inflama.
 
 Dos fuegos hay en mí; 
      uno artificio,
 el otro llama que arde  inextinguible,
con deseo de arder más
         y más alto,
         más hondo,
         más real.
 
El poeta sufí Rumi (1272), dice:
Todo lo que ves tiene sus raíces en el mundo invisible.
Las formas pueden cambiar, 
mas la esencia sigue siendo la misma.

Cada panorama, por grandioso que sea, desaparecerá,
cada palabra dulce  se desvanecerá.
Mas no te desalientes,
La fuente de la cual provienen es eterna,
siempre creciendo, siempre ramificándose,
dando nueva vida y nuevos júbilos.
Por que lloras?
¡Esa fuente está dentro de ti !
Y todo este mundo sigue surgiendo de esa fuente.

¥  de Jeam-Ives Leloup, teólogo y poeta francés, leemos:

 

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