OPINIóN
Actualizado 18/04/2015
José Antonio Mirón

En la primera y segunda décadas del siglo XXI estamos deslumbrados y abstraídos por todas las Ciencias <<ómicas>>, como la genómica, la epigenómica, la proteómica, la transcriptómica, la metabolómica, etc. Es tal la expectativa que se está creando que estamos dejando pasar oportunidades reales de progresar, innovar y mejorar la vida y los procesos vitales en los que sí se puede influir para mejorar el Bienestar y la Calidad de Vida de los pacientes, de los ciudadanos y de la Sociedad.

Esperar tanto de estas ciencias básicas y biológicas nos hace que las administraciones fomenten y promocionen más la investigación básica que la clínica-aplicada o de Salud Pública. Hasta tal punto está llegando este espejismo que a todo se le quiere poner el sufijo de bio o la terminación en ómica.

En el sector sanitario, se pone el énfasis de la prevención en los determinantes y predisposiciones genéticas, en el diagnóstico precoz con pruebas biológicas o en los tratamientos farmacológicos cuando se sabe que el 80% de las muertes cardiovasculares (1ª causa de muerte en países desarrollados) se pueden prevenir con dieta saludable, ejercicio habitual y evitando el consumo de tabaco. En el cáncer se buscan determinantes biológicos y genéticos cuando se sabe, por estudios en 45.000 gemelos monozigóticos europeos realizados a finales de siglo XX, que el mayor contribuyente de los canceres más prevalentes son los factores medioambientales, como el consumo de tabaco y alcohol, la radiación, los factores ocupacionales, las infecciones, la dieta y algunos medicamentos. Estos deben ser la prioridad de las políticas de Salud Pública que quieran conseguir resultados de alto impacto sanitario y social. Dado que constituyen la base de la pirámide del binomio salud-enfermedad, los factores de riesgo pueden y deben ser controlados y evitados.

Éste sesgo ómico también ha llegado a la Universidad. Está condicionando los procesos universitarios dado que se progresa más y más rápido en la carrera profesional del docente al obtener resultados ómicos de impacto para los grupos editoriales de las revistas científicas, que obteniendo resultados efectivos con los alumnos. Esto ha conllevado un cambio en las dinámicas universitarias y en la orientación de la dedicación del profesorado. Se está dejando en un segundo plano la formación del alumnado y la docencia y, por tanto, olvidando el fin fundacional y esencial de la Universidad, la formación competente y de calidad del estudiante. Actualmente, es una realidad palpable la falta de motivación de una gran parte del profesorado por la devaluación y minusvaloración de la docencia.

En consecuencia, en ambos sectores, se requieren políticas sanitario-educativas que siendo respetuosas con la Investigación, el Desarrollo y la Innovación (I+D+I) de las Ciencias ómicas pongan el énfasis formación Universitaria y en el control de los  factores de riesgo de las enfermedades. Fomentando la Educación para la Salud, la prevención de la enfermedades y la formación en autocuidados.

La buena noticia es que las conductas libres; pero perjudiciales y los factores de riesgo medioambientales son modificables y, por tanto, aún estamos a tiempo de cambiar y mejorar las dinámicas docentes y sanitarias.

 

JAMCA

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