OPINIóN
Actualizado 18/04/2015
Pedro Morato

Los enemigos de "lo público", es decir, esos neoliberales reaccionarios conservadores que siguen creyendo en el mercado y sus leyes de compraventa como reguladores únicos del crecimiento social de un país y del nivel de dignidad de sus habitantes, tienen en España gran trecho avanzado con el funcionamiento habitual de muchos sectores de "lo público", ya maltrecho y casi agonizante por las decisiones de gobiernos privatizadores, por rentistas de lo privado y por especuladores de la necesidad, pero lo tienen más fácil aún con el agravamiento progresivo del comportamiento de algunos 'amigos invisibles' que sirven a los mismos intereses de desprestigio de los servicios públicos, mediante prácticas de funcionamiento aberrantes, costumbres de gestión incomprensibles, hábitos de ejercicio profesional empobrecedores y egoísmos sectarios variados, que continúan minando tanto la confianza en la poca atención pública que va quedando en el país como, sobre todo, en la probidad de muchos de sus gestores y no sólo a nivel directivo.

Las antiguas quejas de Larra sobre la gestión y funcionamiento de los organismos públicos y las mil y una historias de indolencia y molicie que desde hace siglos describen las miserias de la burocracia española, siguen hoy presentes y con plena vigencia: horarios ajustados sólo  a las necesidades de los trabajadores del centro en lugar de a las de sus usuarios (bibliotecas, museos, centros de atención de diverso tipo),que siguen siendo tomados en su gestión y tratados como oficinas cerradas sin atención al público en cuanto a vacaciones, turnicidad, presencia, adición oportunista a festividades o celebraciones y otras formas de la desatención; trabajadores que ciertos organismos atienden al público (es un decir) mostrando evidente incapacidad para el cometido, falta total de habilidad en el trato o manifiestas incapacidades de comunicación, expresión o atención, cuando no escaso o ningún conocimiento de la materia de que se ocupan, fruto triunfante, Larra de nuevo, y Valle-Inclán, como hace doscientos y más años, del funcionamiento de escalafones como interés primero, y tal vez único, del personal del organismo, sus promociones, sus escalillas y recolocaciones variadas, sus acreditaciones, reconocimientos, consolidaciones y niveles, todo ello en favor, de nuevo, de la carrera administrativa o laboral de los implicados, sin tener en cuenta, en absoluto y a veces con desprecio flagrante, ni los intereses de los administrados ni las mínimas cotas de eficiencia del organismo de que se trate. Manipulación de la docencia y sus contenidos en provecho de intereses profesorales y no de los alumnos en centros públicos de todos los niveles, preponderancia de los ritmos del ocio frente a los productivos, reforma de contenidos a beneficio de botellones, fiestas y patronazgos, ofertas o programas sanitarios, educativos, jurídicos y hasta legislativos adaptados a los intereses de sus gestores y mantenedores? y mil y un manoseos, cambios, adaptaciones y reconversiones que convierten gran parte de la gestión pública en enormes oficinas inclinadas en su gestión principalmente al servicio de su propio personal.

No quieren ser estas líneas, en modo alguno, ataque ni crítica a los trabajadores públicos en sí mismos ?soy usuario de los servicios públicos y mi nombre encabeza este escrito, así que he de decirlo bien alto-, sino el lamento, uno más, por la colaboración ?a veces inconsciente, o no tanto, pero altamente efectiva siempre-, que muchos de esos trabajadores realizan con los enemigos de "lo público", éstos atentos a cualquier desprestigio en su funcionamiento que dé argumento a sus afanes privatizadores, y muchos de aquéllos sólo preocupados por sus puntuales intereses, sus  beneficios laborales, sus descansos, turnos, a veces caprichos o clamorosos abandonos de responsabilidad  si no indignantes dejaciones de funciones o cómodas delegaciones, cuando no el disfrute de míseras prebendas, que vienen a casar muy mal con ciertas admirables proclamas, esperanzadoras mareas, honestas manifestaciones, concentraciones o listas de firmas que, casi siempre ellos mismos promueven o realizan en favor de "lo público", y a cuya conservación, cuidado y misma existencia, tal vez no quieran pararse a pensarlo, hacen flaco favor estos comportamientos, sin contar que sigue dependiendo de ellos mismos y su forma de actuar, tanto el núcleo mismo de lo que reivindican como su propio puesto de trabajo.

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