OPINIóN
Actualizado 17/04/2015
(saludadiario.es)

En los años 60 del pasado siglo XX conocí las "villas" de Buenos Aires, un cinturón de miseria que rodeaba, asediaba, la capital argentina y a veces se metía hasta cerca de la Casa Rosada y los lujosas avenidas de la ciudad más cosmopolita de Latinoamérica. Escribí un artículo en un semanario con el título "villamiserias", porque así se llamaban. Ahora me pongo pudoroso y titulo "Villas"; un eufemismo para designar los barrios de chabolas de latas y madera vieja, que ocupaban y ocupan sobre todo los emigrantes de los países vecinos, que venían a Argentina buscando una vida mejor. Allí vivían hacinados entonces un millón de personas. Y después de medio siglo las cosas han ido a mucho peor; entonces los emigrantes venían a trabajar; los emigrados de la "campaña" paraguaya trabajaban en las factorías "Pilsen" de cerveza. El Papa Francisco conoció las villas cuando era el jesuita P. Jorge Bergoglio; y siguió preocupándose de aquellos marginados cuando era Arzobispo y Cardenal de Buenos Aires. Y ahora sigue en contactos con los que están trabajando por la humanización de la gente de esos barrios de pobres y, en algunos casos, de muy ricos. Porque las villas se han deshumanizado y están controladas por la droga. Hasta el punto de que el Papa denuncia la posible "mexicanización" de Argentina, si el país se convierte en uno de los grandes distribuidores de la droga.  La mexicanización consiste en que pueda ocurrir lo que ya ocurre en Méjico, que a cualquiera le pueden pegar dos tiros a la vuelta de una esquina, si es un obstáculo para que algunos se hagan ricos con la venta de la droga y a costa de la destrucción y la muerte de los demás. Y es un hecho terrible que no solo en Buenos Aires hay villas, sino también en otras muchas ciudades de América.

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