OPINIóN
Actualizado 14/04/2015
Redacción Comarca

Aún no está descrito en psicopatología un diagnóstico de fobia al silencio. Solo se conoce hace tiempo la fobia a la oscuridad, asociada a veces al silencio, en niños pequeños. Y sin embargo existe también en adultos. Gran parte de la población española urbana la padece, aunque no lo sepa. La mayoría de ciudades españolas, incluida Salamanca, tienen un nivel medio de decibelios muy por encima de lo normal, y de lo estimado como saludable.

            El recién llegado, en su deambular por ciudades, calles, parques, cafés, ha llegado a la conclusión de que hay tres fuentes de ruidos perniciosos en las ciudades españolas. De mayor a menor son:

La música "de discoteca" y similares, que se escucha (fuera de las discotecas) a lo largo y lo ancho de la ciudad: en muchos autobuses, saliendo de coches particulares de mucha gente joven que quieren vivir (sin conseguirlo) en una fiesta continua desde que se levantan; en bares, cafés de todo tipo, en tiendas "modernas" desde las que se quiere llamar la atención del público de la calle, arrojando "música" con las puertas abiertas. El colmo de los colmos de esta invasión discotequera la experimentó el recién llegado el sábado pasado, a las orillas del río. Cuando daba su paseo vespertino oyó a lo lejos música, un altavoz, algarabía?Se extrañó mucho pues el paseo fluvial es de los pocos puntos salmantinos aún silenciosos. Unos metros más adelante conoció la causa: había una competición de piragüismo para niños y jóvenes. Estupenda iniciativa: que los jóvenes hagan deporte, que conozcan el río de su ciudad, su naturaleza?pero a algún adulto se le había ocurrido la "feliz" o desgraciada idea de ir cargado con altavoces y ¡cómo no! ¡música ratonera!. Para animar?diría este anónimo sujeto, enfermo de fobia al silencio y de insensibilidad a los cientos de paseantes que no desean escuchar "su" música, ni la de nadie, cuando descansan y hacen deporte.

La segunda fuente de  contaminación acústica son las rugientes motos y motocicletas: son pocas, pero generan más decibelios que un ejército entero que cruzara la ciudad. No tienen límite horario ( puede ser a las tres de la mañana, cuando la ciudad duerme), ni límite de espacio, por cualquier lugar llano o montañoso, ¡ni límite de nivel de decibelios!. No quieren saber que son los responsables de parte de nuestra sordera y de nuestra alta tensión arterial. Las autoridades se resisten a aplicar leyes, aunque las estadísticas den a España como el país europeo con más contaminación acústica.

La tercera fuente de ruido,( de la que su vecino discrepa) , son "los  niños, hijos de padres reprimidos": niños que en presencia de sus indiferentes padres lloran, gritan, patalean, en el café a media tarde, en el restaurant, en el bar, en sitios destinados al ocio de los adultos, no de los niños. Pero ellos no son los responsables: son los padres que les arrastran a sitios inadecuados y que son incapaces de poner límites educativos a la falsa espontaneidad de sus hijos. Pertenecen a ese amplia generación de padres "que no quieren traumatizar a sus hijos privándoles de libertad". Padres que no han entendido el abecé de la educación de los niños.  

El silencio no está poblado de monstruos. Es el fondo necesario para que podamos hacer o escuchar música, hablar, cantar, concentrarnos en una tarea, reír, comunicarnos o simplemente disfrutar de él.

 

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