Gracias. Gracias a quienes deciden dar un paso adelante e intentar cambiar el mediocre, e irrespirable, aire que nos toca inhalar en todo el país, en general, y en esta provincia, en particular. Unidos por las ganas, ciertos partidos y colectivos sociales, pretenden devolver a la ciudadanía su voz, y que la política se haga por y para los ciudadanos.
Ahora. Ahora es el momento de intentar cambiar las cosas, aparcando el victimismo de siempre, la protesta de barra, el pretender que, los que llevan viviendo en los despachos toda la vida, sepan cuáles son los problemas reales de la gente de la calle.
Nadie. Nadie va a luchar por ti si tú no eres capaz de hacerlo. Y esa es la democracia que nos han vendido siempre: tú votas, te callas y ya haremos nosotros lo que veamos. Es cierto, y hay que reconocerlo, que es muy cómodo quejarse con una cerveza en la mano, mirando desde la ventana, pero esa actitud es la que nos ha traído hasta el momento actual.
Ética. Ética que dejaron de tener hace años los partidos que se han alternado en los cargos públicos, tapándose las vergüenzas unos a otros, estando de acuerdo, siempre, en que lo primero eran sus partidos y no el bienestar general.
Mañana. Mañana es tarde, y el ayer ya no existe. Los que perdieron, hace ya muchos años, el contacto con la realidad de la calle, pretenden saber qué hacer para mejorar lo que, curiosamente, no han hecho durante todo el tiempo que han estado mamando de la ubre pública.
Ocasión. Ocasión perfecta es la que se nos presenta en este año electoral. Desde las elecciones municipales, pasando por las autonómicas, hasta llegar a las generales, es el momento de recuperar todo lo que nos han robado: las ganas, la ilusión, el futuro? Y es la ocasión para que la política vuelva a recoger "las ideas del pueblo", y no los dogmas de ciertos iluminados... que llevan treinta años sin luz
Salamanca. Salamanca debe sacudirse el letargo al que la han sometido durante el último siglo y pico, recuperando el orgullo, apostando por el futuro y el prestigio de su Universidad, en vez de dar satisfacción a los sectores más ultraconservadores, anclados, como digo, en el siglo XVIII? o en los tiempos del Lazarillo.