Recuerdo

Contemplé, con ojos anegados, el amado rostro de Segismundo, todas las noches de hospital, su respiración violenta, sus ganas de vivir.  Su amplia y despoblada frente, las arrugas de los 88 años que llevaba en su cuerpo, de sus años de trabajos, de luchas, de alegrías, de  miserias y grandezas.

Vi anunciarse en sus pupilas la Muerte. Me despedí de él con un gesto de impotencia y de un hasta siempre.  Al salir de la estancia del hospital dejé a las tres hermanas, sus hijas, solas,  para asistir al último suspiro, salí a la calle y respiré profundamente la congoja que se acurrucaba en  mi pecho. Sentí que jamás volvería a hablar con él y mi alma percibió que había sido poseído por el espíritu de un hombre justo.

 Cuando la noche era más negra, recibí la fatal llamada y pensé nos deja un hombre bueno, amante de su mujer, Trinidad, de sus hijas, Belén, Carmen, Trini y de toda la familia que le rodeaba, también del pueblecito de su nacimiento, Ledrada , y de la ciudad en la que asentó su vida y su trabajo, Salamanca. Iba a ser una pesada losa hacer honor a su memoria, pero hoy, pasado el primer momento, quiero hablar de él.

Nació el 1 de mayo del año 1926 de Francisco Gómez y Segunda González, en las estribaciones de la Sierra de Béjar, en Ledrada, pero pronto su pueblo se quedó pequeño, marchando a Barcelona a hacer sus primeros trabajos, porque el trabajo y la anegación  fue siempre su máxima. En la década de los cuarenta volvió a Salamanca y aquí, junto a sus hermanos, Feliciano, Gregorio, Remigio y Francisco, fundaron las bases de lo que fue su negocio comercial durante 50 años, las Salchicherías "Gredos", referencia del comercio salmantino por lo que le concedieron la medalla de Oro de la Cámara de Comercio e Industria de Salamanca en el año 1999.

Son datos de una biografía de urgencia marcada por el trabajo, en un primer momento el tiempo difícil de la posguerra, momentos a lo que sucedió la bonanza de una industria de prestigio en Salamanca. Es fácil llegar a ello cuando el corazón tiene la esperanza que siempre tuvo Segismundo.

Hoy le recuerdo, porque mi memoria va unida  a él y porque pienso que es luz y guía para los corazones de los que le conocieron. 

Como D. Miguel quizá Segismundo, al sentir su  última hora, pudo decir ? " Salamanca, di tú que he sido" .