OPINIóN
Actualizado 11/04/2015
Eusebio Gómez

En Massachussets moría de accidente de coche una joven profesora. Como en vida había sido donante de órganos, éstos fueron enviados al hospital donde una larga lista de pacientes esperaban  un trasplante. Entre ellos figuraba su propio padre, veinte años enfermo del corazón que estaba necesitando con urgencia uno nuevo. Casualmente le correspondió el de su hija. Y gracias a esta feliz coincidencia, el padre vive por la muerte de su hija, mientras que ésta pervive, de algún modo en el cuerpo de su padre.

   "El padre vive gracias a la muerte de su hija, mientras que ésta pervive de algún modo en el cuerpo de su padre".

 Jesús murió para dar vida. Su amor hacia nosotros fue tan grande que nos amó hasta el final con un amor verdadero y generoso.

 Las últimas palabras, pronunciadas a la hora de la muerte, revelan, muchas veces, la grandeza de ánimo de una persona y el amor que lleva en el corazón. Jesús desde la cruz, sigue perdonando, haciendo el bien.

"Padre, perdónales porque no saben lo que hacen"

La primera palabra de Jesús en la cruz es una oración de perdón. Él, no sólo perdona, sino que encuentra miles de razones para disculpar.

Jesús nos enseña desde la cruz a vivir perdonando en la familia, en el trabajo, en nuestra relación con los enemigos nuestros que piensan de distinta forma o nos hacen el mal.

 "Yo te aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23.43).

 Jesús hizo el bien siempre, a pesar de que Él sufrió el desprecio y fue condenado a muerte. Al buen ladrón también le llegó la salvación y la vida otorgada por el Redentor. "Ahí tienes a tu hijo?ahí tienes a tu madre" (Jn 19, 26-27)

Toda la vida de Jesús fue una preocupación por los necesitados. El, que estaba muriendo, fue capaz de preocuparse por los demás?Y la palabra de Jesús unió dos corazones traspasados por el sufrimiento y les dio fuerzas para vivir unidos, ayudándose el uno al otro.

 Cristo amó hasta el final, ayudó al buen ladrón a enfrentar la muerte y sigue presente en los momentos turbulentos y amargos de cualquier persona.

Y ahora ya desde la Pascua, con la fuerza que  da el creer en el Resucitado, estamos llamados a dar la vida, sabiendo que el compañero en nuestro peregrinar. Pascua es paz, es alegría, es esperanza y es, sobre todo, vida.

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