Esta es una muestra de la diferencia que existe entre un grafittero normal, que hace de su vicio y capricho un arte, y un pintamonas del tres al cuarto, de los que desgraciadamente abundan por Salamanca dedicados a ensuciar, embadurnar y dejar como unos zorros las pardes, bancos, puertas y trapas de esta Capital Cultural-Patrimonio de la Humanidad. De tanta simpleza es el asunto, tan sencillo el dibujo que, acaso o tal vez, a los gamberros con su contemplación les puede dar vergüenza y, a partir de ahora, obligarles a cambiar de actitud, haciendo pintadas con algo de gusto. Porque me consta que saben hacerlo y, de alguna forma, pueden ayudar a que nuestra inigualable ciudad luzca más hermosa. Si ello, el ser más hermosa, fuera posible.