La parada de los monstruos (1932), la magistral película de Tod Browning que vio la luz a principios de los años 30, no cosechó por aquel entonces la relevancia de la que disfruta hoy en día. Y es que para la sociedad de la época, ver una cinta cuya trama se desarrolla en un circo de personajes deformes, siendo estos además sus protagonistas, no resultó de mucho agrado, más bien al contrario, la película fue crucificada por el horror que causó.
Sin embargo, y por suerte, actualmente es considerada una obra maestra. Tod Browning fue un director adelantado a su tiempo, conocido por llevar a la fama a Bela Lugosi gracias a su papel protagonista en Drácula (1931), fama que decaería inevitablemente años después con La marca del vampiro (1935).
Pero volviendo al tema principal, La parada de los monstruos es una película terriblemente moderna, que a pesar de su longevidad no ha envejecido lo más mínimo. La cinta nos transporta a un mundo de papeles invertidos, un mundo en el que los monstruos somos nosotros y los freaks se humanizan, el espectador empatiza con ellos en todo momento. Fue quizá esta idea, junto con el efecto visual, lo que no consiguió cuajar en una sociedad todavía muy cerrada que rechazaba lo desconocido, lo extraño.
Cabe destacar la brillante actuación del equipo al completo, ya que además, Tod Browning había trabajado en varios circos antes de dedicarse al cine, y ese conocimiento queda perfectamente reflejado en la cinta.
Otro de los puntos que más llaman la atención es la cuestión de la unidad. Los freaks se apoyan unos a otros bajo la premisa de ''si dañas a uno de nosotros, dañas a todos'', algo clave para el desarrollo de la trama.
Estamos por tanto, y recalcando lo mencionado, ante una obra brillante, una película de visionado obligatorio, única en su género, que tiempo después inspiraría infinidad de creaciones, como el es caso de la última temporada de la serie American Horror Story: Freak Show.
El rechazo a lo extraño ha desaparecido, es más, ahora es tendencia.
¡Pasen y vean!