OPINIóN
Actualizado 07/04/2015
Charo Alonso

Aquí todo son procesiones, o se trata de la que va por dentro o aquella en la que participa toda la ciudad, ya sea a ritmo de tambor y de corneta y paso fúnebre o mirando pasar, que después de todo, es lo más socorrido. Y como el tiempo acompaña, ahí nos tienen a todos, procesionando, bien en la calle o en la carreta en pleno atasco hacia la playa o el pueblito. Y es que las vacaciones de Navidad son para la familia y las de Semana Santa para hacernos a la idea de que existe el paréntesis hasta en la crisis y permitirnos la torrija nacional? a no ser que te dediques a la hostelería o seas autónomo, esa cruz que sí que se procesiona todo el año arrastrando las cadenas de los impuestos municipales, los del IVA y hasta los que todavía no se han inventado. Está muy bien eso de empujarnos a ser emprendedores, autónomos y demás para evitar las listas del paro, pero cuando el negocio no se sostiene porque todo lo que hay que pagar es un exceso evidente a ver quien es el guapo que afirma que se acabó la crisis.


    Por eso la procesión va por dentro, y me recuerda los tiempos en los que mi padre, autónomo de pro, no sabía lo que eran las vacaciones, ni se ponía malo jamás. La palabra horario no iba con él y por supuesto, no es que el cliente tuviera la razón, es que llamara cuando llamase ahí debía estar mi progenitor, presto a salir corriendo a arreglar una máquina o a solventar una crisis con una plancha a vapor a punto de explotar que no explosionar? Mi padre ha montado tantos talleres de confección que la deslocalización le tiene en un sinvivir, pero claro, ahora es un feliz jubilado con una pensión de autónomo que da risa, pero el tiempo es suyo y se dedica a sembrar patatas y a convencer a sus hijos propios y políticos de las virtudes de la azada, sin éxito, claro. Y es que mi padre es un hombre estoico, si no oye, decide que es que no hay nada bueno que oír, si le duele la rodilla, llega a la conclusión de que es porque tiene que llover y eso es bueno para las famosas patatas. Y es que quien no se conforma es porque no quiere, por eso mi señor padre toma las cosas como vienen y se lee la prensa de arriba abajo sin inmutarse ante tanto muerto y tanto loco suelto estrellando aviones. Total, la vida siempre ha sido así de dura y de desagradablemente sorprendente, con lo cual, mejor aprovechar lo bello de cada día y no andarse con honduras. Los demás, a toda prisa por apurar las vacaciones, deberíamos aprender de mi estoico señor padre, pero claro, lo nuestro es la vida moderna, rauda y estúpida, a golpe de reloj y de obligación inútil. Penitentes de nosotros mismos nos ponemos a la cola de todo y esperamos como memos que todo cambie cuando resulta que la vida es así de inconmovible, llega la Semana Santa y el paso se vuelve lento y cadencioso a ritmo de tambor y corneta, se pasa la pasión y llega de nuevo la ilusión de que esta primavera ha venido para quedarse. Si es que quien no se conforma es porque no aprende.

 

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