OPINIóN
Actualizado 07/04/2015
Montse Villar

Aquí el vívido homenaje que deseo hacer, sin necesidad de celebrar nada, salvo la poesía de la admirada Astrid Cabral (Manaos, Amazonas, 1936).

No se trata de decir que es una gran poeta; que lo es. Se trata de confirmar que sus poemas conmueven porque no andan escasos de latidos: todo lo suyo es una obra que, con humildad, canta victoria.

En sus versos hay Poesía y hay Vida vivida (gozada, sufrida: ganancias y pérdidas?). Ante sus textos quedamos maduros para el vuelo, pero también para dejarnos imantar por una realidad otra de paisajes y pasajes de un espíritu cuya carne enseña que el futuro va pasando.

Y el mejor homenaje no es ir anotando disquisiciones o conjeturas sobre sus versos, sino traducirlos al castellano que ella mucho aprecia. Hace años, en 2009 y con motivo de su presencia en Salamanca para participar en el XIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, traduje un buen manojo de poemas para que por estas tierras fueran conociendo sus magníficas ofrendas.

Ayer recibí una hermosa carta suya, y esta es mi respuesta: cinco poemas traducidos al idioma de Fray Luis y de Unamuno. Y un abrazo siempre fraterno, que vuela hasta Río de Janeiro y, también, hasta el Manaos de su infancia.

Son inéditos, traducidos por vez primera para los lectores de SALAMANCArtv AL DÍA.

 

RITUAL

 

Todas las tardes

riego las plantas de casa.

Pido perdón a los árboles

por el papel en que planto

palabras de piedra

regadas de llanto.

 

CÍRCULO

 

Rodajas del ayer y del mañana:

la eternidad me contiene.

Adivino esta vida, sólo

breve instante de gloria

dentro de otra mayor y oscura,

pues desde el barro prehistórico

estuve presente, de alguna forma,

en la promesa de carne de los abuelos

milenarios y también habito,

tácita, la materia de los hijos.

Humilde fragmento del mundo,

soy perenne dentro del círculo.

 

RÉQUIEM

 

Pesado es el corazón

del escombro de tus sueños

y de los muertos que en tus hombros

reposan inmortales.

El amor de ayer

es ceniza hecha plomo.

Cicatrices y arrugas

labran tu carne

de templadas aflicciones

y la sequía de las venas

se irriga

de antiguas lágrimas subterráneas.

 

AMBIGUA VICTORIA

 

Hubo tiempos cuando

soñaba con la manzana de la paz

en los jardines del paraíso.

Hoy, modesta y sabia,

le basta la gracia de la tregua,

esa extraña fruta.

Y mientras adiestra la frente

para las corneadas y afila las armas,

goza la alegría de estar viva

y el sabor un tanto amargo

de esa ambigua victoria.

 

GEOGRAFÍA PROVINCIANA

 

Manaos, un punto perdido

en el mapa. Allí, desgarrada

entre paredes de verde.

Pero iban y venían barcos

trayendo partes del mundo.

Europa y la Península Ibérica

surgían de las propias piedras

de las esquinas y avenidas:

 

Italia en la taberna

del señor Vincenzo Arenaro.

También en el libro de Dante

que el zapatero traducía

rodeado de niños

mostrándoles cielos e infiernos

y toda la celeste geografía.

 

El señor Genaro, ya canoso,

fundaba el reino de España

detrás de barriles de vino,

tinas, tiras de tocino,

vinagres, aceites, dulces,

ristras de ajo y cebolla.

 

 

El señor Carvalho, portugués,

vendía pasteles y panes de maíz

a la voluntad del cliente,

más raspadilla y refrescos

de guaraná y grosella.

 

 

Siria, China y Argentina

venían en la ancha maleta

del turco, más sus bigotes:

damascos, crepés, Chambleys.

 

Francia era allí en la Madame

Marie y en el Aux Cent Mille Paletots

 la moda do dernier cri.

 

Y pasaban mujeres de Barbados

bajo grandes sombreros de paja

al sol de los días en ascuas.

¡Y un fugitivo de las Guayanas

Contaba de la Isla del Diablo!

 

El mundo estaba en Manaos.

Manaos estaba en el mundo.

 

Astrid Cabral es poeta y traductora. Licenciada en Letras por la Universidad Federal de Río de Janeiro. Fue profesora de Lengua y Literatura en la Universidad de Brasília y  funcionária del Servicio Exterior brasileño en Oriente Medio y Estados Unidos de América. Ha ofrecido lecturas y conferencias en universidades y centros culturales de Estados Unidos y Francia, figura en más de cuarenta antologías y tiene varios premios de primer orden, entre ellos el Premio de Poesía de la Academia Brasileña de Letras. Esta es parte de su obra poética, comprendiendo libros y recopilaciones: Alameda (1963); Ponto de cruz (1979); Torna-viagem (1981); Lição de Alice (1986); Visgo da terra (1986); Rês desgarrada (1994); De déu em déu (1998); Intramuros (1998); Rasos d'água (2003); Jaula (2006); Ante-sala (2007); Cage (2008); Doigts dans l'eau (2008); 50 poemas escolhidos pelo autor (2008),  Antologia pessoal (2008)  o 50 poemas escolhidos pelo autor (2009), entre otros.

Alfredo Pérez Alencart

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