La evidente incapacidad de empatía con los problemas ajenos que caracteriza la sociedad en que habitamos, provoca que la descripción y esclarecimiento de las necesidades colectivas o la comprensión de la estructura real de las relaciones humanas, adolezcan de tal pobreza expresiva y conceptual, o de enorme ceguera, que imposibilitan encontrar cauces de solución o promoción para cualquier problema o proyecto de interés general.
La cultura, por ejemplo, cuya definición abarca tanto la educación como la enseñanza, las artes y sus ámbitos, la historia, la psicología social, el desarrollo humano, el crecimiento intelectual o las relaciones interpersonales y grupales, ha sido desde hace décadas contemplada (y, desgraciadamente, convertida) en la explicitación continua de un rosario de intereses gregarios o corporativos, quejas personales, propuestas de negocio, luchas de influencia, cuotas de poder, escalafones de promoción, multiplicación de gabinetes o pretenciosidad narcisista, que impide en la actualidad la llegada a buen puerto de foro alguno en que se analicen y definan los grandes problemas de la cultura.
Hablar de cultura debiera ser hacerlo de la que a todos nos afecta, que es la totalidad, independientemente de la actividad cultural a que, eventualmente, el orador de dedique, porque lo contrario, convertirla en la reivindicación personal o gregaria de problemas particulares, además de convertir la conversación en mal patio de vecindad, significa un gigantesco desprecio a la comunidad en que se vive, y un perfecto caldo de cultivo para quienes chulean la cultura, y la palabra cultura, en su propio beneficio.
A los intentos de definición y estructuración como elemento de interés colectivo de la cultura, ciertos tics reaccionarios oponen la palabra "marxista", expresión que algunos usan todavía, pobrecitos, como insulto. Tal vez porque el concepto de cultura ciudadana colectiva y la idea de potenciar las posibilidades para que cada persona acceda libremente al conocimiento, al aprendizaje y al disfrute de los elementos culturales comunes conlleve automáticamente la eliminación de la cultura de élites y el establecimiento la igualdad total de acceso, sea la razón de tan "escarnecedor" insulto. Mas como la cultura es una labor colectiva radicalmente enfrentada con el capitalismo individualista del beneficio privado, y tan marxista como la sanidad pública, la enseñanza pública de calidad o la atención pública suficiente a las necesidades de cada ciudadano, tal vez el único "marxismo" posible en este contexto sea reconocer en boca de ciertos políticos obstaculizadores de la cultura y de sus demandas, una versión de la conocida frase de Groucho Marx: "Todavía no sé qué me vais a proponer, pero me opongo".