OPINIóN
Actualizado 01/04/2015
Fernando Segovia

Me gustaría ser plañidera en estos momentos. Me quejaría, lloraría, maldeciría los hados y encima de quedarme tan a gusto, cobraría. ¿Se puede pedir más?


          Están los tiempos para eso. Pero no, lo de cobrar, no. Lloramos, maldecimos nuestra suerte, si acaso un subsidio, un sueldo precario por un empleo precario, o una limosna, o sin limosna directamente, y encima agradecidos. Sonriamos nuestra suerte de ser ciudadanos de tercera en el mundo de primera. Pensemos que ya salimos de este mal sueño de la crisis y a vivir con el sol del nuevo día. Que nos dicen.


          Yo sólo creo lo que suelo ver. Y lo que veo alrededor me gusta poco. O nada. Me siguen vendiendo (todos, todos) unas burras que no acabo de ver. Yo tengo gafas (que eso sí, las tengo) pero veo burras viejas, desdentadas, desnutridas, con las ancas salientes, que tiran coces a la menor, llenas de mataduras y expuestas con disfraces y luces de pasarela Cibeles. Para que creamos que pueda ser la Gisele esa, pero disfrazada de burra. Oye, que ya no cuela tanto ese mensaje. Que vemos el género y que la burra es burra vieja ya. Invendible.
        

Es otear el panorama y ver sermones y discursos huecos de contenido. Unos por ya sobados, gastadísimos, otros nuevos en apariencia, de vendedor de pócimas en mercadillo. Y entre unos y otros, humo. Mucho humo. Y a votar, que son dos días.


         Mi opinión breve de hoy va de desastre, lo reconozco, pero qué quieren, acabo de venir de un funeral, mi coche ha dicho basta y acabo de comparar mis cuentas con las del despilfarro y los desfalcos varios y salgo perdiendo por goleada. Y además, no me pagan un chavo por llorar. Lo dicho.

 

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