OPINIóN
Actualizado 30/03/2015
Javier González Alonso

Regresan las vacaciones primaverales, celebrando el equinoccio, y los desplazamientos masivos de la población, buscando aire puro y naturaleza en los diferentes lugares de origen: la gente retorna durante este breve periodo a sus raíces, a reencontrarse con los suyos. Vayamos donde vayamos, los pueblos se llenan de visitantes, no hay rincón en la geografía hispana donde se pueda pasear en silencio, en el silencio que acostumbra haber en el agro.

En estos tiempos de visitar sitios que coleccionar, a toda velocidad, para poder decir que hemos estado allí, sin pararnos a disfrutar del lugar, ni del contacto con sus pobladores. Buscamos guías que nos digan dónde quedan lugares vírgenes, sitios que, en teoría, permanecen intocables desde hace décadas.

Muchos son los lugares que dicen pertenecer al reino de las virginidades, de los bosques primigenios, de los paisajes inalterados. Todos ellos, sin embargo, no dejan de ser invenciones de esas guías; sitios que, por querer vendernos su propia idiosincrasia se olvidan de sus particularidades.

Aquí, en Salamanca, la zona serrana se ve desbordada de gente que visita los "pueblos típicos", y que no dejan de ser "típicos pueblos"; En la Peña de Francia, el silencio monacal deja sitio al griterío infernal, aún cuando su sector hostelero salga beneficiado; en Arribes, los miradores se convierten en autopistas donde la gente pretende obtener la fotografía más original, siempre la misma, aún a riesgo de su propia vida?

No sólo ocurre aquí: en todos los sitios cuecen habas, basta con saber venderlo. Las lagunas de Villafáfila acogen a centenares de paseantes que quieren ver lo que allí hay, sin tener ni idea de que lo que se van a encontrar son aves, y que, como tales, necesitan silencio para verse, además de un determinado horario; la Selva de Irati, en Navarra, uno de los paradigmas de bosque virgen, totalmente artificial, es un hayedo repoblado: con fijarnos en la uniformidad de sus troncos tenemos la confirmación; Cabañeros, o las lagunas de Daimiel, son centros de atracción de coleccionistas visuales que esperan? bueno, que no saben lo que esperan.

Sepamos qué queremos ver, dejémonos imbuir de los lugares y sus pobladores, pero, para ello, hay que olvidarse de las prisas y de las masificaciones. Estas vacaciones primaverales son ideales para quedarse en casa, disfrutando de la residencia habitual... siempre que se pueda, que también gusta coincidir con los amigos.

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