OPINIóN
Actualizado 28/03/2015
José Luis Cobreros

Tengo la certeza de que todos, en determinados momentos, sentimos ese vacío extraordinario que invalida muchos de nuestros momentos. Algo no va bien dentro de nosotros o, quizá todo lo contrario, es en esos períodos, marcadamente contradictorios, cuando decidimos corregir el rumbo.

Sin embargo, la aplastante rutina que envuelve la mayor parte de nuestra vida, es como un velo que flota sobre la conciencia, restando transparencia a lo que vemos. La falta de nitidez con que observamos la realidad, disminuye nuestro interés por cambiar las cosas. Así, pasamos de puntillas sobre ellas, y las aceptamos a pesar de su inconsistencia.

Sea como fuere, hay momentos en los que uno no está para nada. Cuando ese tiempo llega, acostumbro a dejarlo todo. Trato de que mi mente deje de cavilar; de indagar en el revoltijo de conceptos donde reside habitualmente. Procuro caminar con la cámara al hombro observando lo encuentro a mi paso.

Habrás advertido que, buena parte de mis escritos, reflejan diferentes estados de ánimo. Pues, cuando me siento al teclado del ordenador, los dedos se convierten en objetos  de la mente, que no siempre está donde debería estar. En poco tiempo, dejo plasmadas sobre la pantalla, sensaciones y otras y otras formas de entender la realidad. Reconozco  que, muchos de estos escritos, dejan al lector en ayunas; abandonado en sus propias reflexiones, respecto a cuestiones para las que nadie tenemos solución.

Pero, no es mi intención incomodar al lector, que merece cosas más amables. Sin embargo, la vida es tal cual la vivimos y sentimos. Yo hablo de ella, con una visión personal. Y, aunque mis palabras son veraces, no tienen por que  ser acertadas. Hay tantos discursos como personas y nadie conoce el camino de la verdad.

Generalmente, lo que planteo en mis escritos, no dejan de ser sensaciones; vivencias propias que quizá no comportas. Las inquietudes y angustias que a veces me circundan, no son algo que me ocurre solo a mi. Todos tenemos momentos de lucidez y amplias zonas oscuras, donde parece que la aurora nunca llegará. Pasado un tiempo, esa rutina que tanto criticamos, es la que nos salva; nos rescata del pozo donde estábamos a punto de caer.

Es difícil vivir, incluso aunque tengas satisfechas tus necesidades materiales. Nos movemos haciendo caminos por espacios que desconocemos. Subimos y bajamos como las olas del mar. Azotados por el temporal de los acontecimientos, igual despertamos sobre las arenas de una playa que maltrechos contra las rocas de un acantilado. Tal ocurre cuando las enfermedades nos golpean.

Una parte de nosotros busca lo imposible; el conocimiento absoluto, que pondría al descubierto las zonas oscuras de nuestra conciencia. Pero tenemos vetado ese conocimiento. Estamos perdidos en medio de la nada; afectados por hambre de trascendencia y por los millones de impulsos eléctricos que registra nuestro cerebro.

Ese mundo que a veces perseguimos, no deja de ser una quimera; algo que nos desestabiliza. Por eso necesitamos volver a la rutina y cerrar la puerta a determinadas ideas. Y, aunque resulte paradójico, gracias a la rutina, recuperamos el equilibrio. Tenemos alma, pero estamos hechos de barro y destinados a vivir sobre las cosas.

Como ves, no hablo de nada y todo lo menciono. Así es la vida; así nuestro estado de ánimo. Se trata de sensaciones; de cortos espacios de vida donde el ánimo cae y se levanta, los juicios se enturbian y de nuevo alcanzan lucidez.

Nos movemos en el caos, y no ha de extrañarnos que los acontecimientos nos trasladen, de un lugar a otro, sin escalas intermedias para adaptarnos a nuevas realidades. En cualquiera de los casos, se trata de sensaciones.

 

 

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >Sensaciones