La carretera de circunvalación de aquella ciudad estaba más iluminada que las vías urbanas. Los vecinos trataban de explicar aquel derroche;
-Les habrán tocado las farolas en una tómbola ?aventuraban unos.
-Será para que los forasteros piensen que somos ricos ?decían otros.
-Nuestras calles y plazas están en penumbra porque es más romántico ?precisaban unos terceros.
-Pondrán aceras y carriles bici en la circunvalación ?apuntaban los imaginativos.
Cuando colocaron, y encendieron, cuatro filas de farolas en paralelo en el cruce de la circunvalación con una carretera que iba a otra ciudad llamada Béjar, el asunto terminó de desconcertarlos.
-¡La pirotecnia zaragozana! ?exclamaron alborozados los vecinos de los barrios próximos. Y ni cortos ni perezosos comenzaron a llevar a aquellas refulgencias; mesas, sillas y pupitres para que los chiquillos estudiaran allí.
-En casa se estaban dejando los ojos las criaturas ?argumentaron a los agentes del orden cuando se presentaron a reconducir aquella romería.
En ese punto las autoridades estuvieron finas; cogieron buena parte de los bancos que habían puesto a tentebonete en el carril-bici del río y los llevaron al cruce.
Pero la gente nunca está contenta (el caso es protestar), y ancianos, prostáticos y embarazadas se echaron a la calle pidiendo que en los huecos que dejaban los bancos pusieran mingitorios.
No se sabe que solución darán las sufridas autoridades, aunque hay esperanzas; es año de elecciones.