"Qué consejos voy a darte, yo que ni siquiera sé cuidar de mí", Sabina.
Fue un encuentro casual, en la hora de la siesta necesaria y perdida.
La sombra asoma en forma de manos traidoras, ni sí, ni no.
Es poderosa la mente que archiva los recuerdos y los desempolva cuando le viene en gana, en ésta tu edad provecta.
No llama a tu puerta, no la invitas a tomar el té y la "jodía" se presenta.
Escribes para ser leído y también querido, y eres querido y leído.
Pasaría horas a tu lado sin decir nada, escuchándote, mimándote, porque estar cerca de ti, me reconforta. Y a esa abyecta y descorazonada presencia, la invitamos al cine como si fuera nuestra amiga y hasta luego.
Para ti, que me enseñas la belleza de las palabras sencillas.