OPINIóN
Actualizado 15/03/2015
Uva de Aragón

Coincidimos bastantes de los habituales en el bar de Emilio y eso siempre es agradable, porque se diversifican las opiniones y se enriquece la conversación.

Sonreía Emilio mientras nos abastecía de raciones de bravas por aquí y por allá. Yo pensaba que, para bravas, las explicaciones que ofrecía Jorge para argumentar que, como sociedad, estamos experimentando un gran retroceso en cuanto a apertura y a valores.

La religión -decía- ha vuelto a ganar espacio en la calle y en los medios de comunicación. Somos más conservadores a la hora de vestir, de disfrutar? Nos están haciendo mojigatos, verbeneros de pachanga y no oyentes de música de vanguardia? Empujan a nuestros muchachos al machismo, al culto al chulito frente a la inteligencia? Y las niñas se dejan: ven bien que les pidan las contraseñas de sus cuentas en redes sociales, que las controlen? No entiendo nada. Nada? Nos están haciendo tan conservadores, que parecemos actores de Cuéntame, y mira que me gusta poco la serie.

En el fondo no le falta razón. La estafa que llaman crisis nos está convirtiendo en pacatos, recatados dentro de la cursilería, previsibles? Y me asusta. Me asusta porque el conservadurismo esconde lentitud de progreso y los años pasados ya los hemos vivido. Ahora quiero sentir los nuevos, los míos, los que me corresponden por época y edad.

Emilio nos ofreció otro plato de patatas. ¡La casa invita! , voceó. Era ajeno a nuestra conversación.

Emilio ha estrenado un chaleco de camarero, como el que llevaba hace veinte años y que dejó de usar hace quince. Quizás él no vea el retroceso. Se lo haré notar cuando vuelva a ceñirse pajarita al cuello.

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