OPINIóN
Actualizado 15/03/2015
@santiriesco

 

Esta mañana he inscrito a mi hija pequeña en el colegio de su hermana. Al entregar la solicitud he tenido que ir hasta la secretaría y recorrer algunos pasillos de este centro público en el que también ejerzo mi derecho al voto cada vez que soy convocado a unas elecciones. Y me he sentido a gusto. Como en casa. Como si formara parte de esta escuela, de la sociedad, a través del barrio en que habito.

Yo también estudié en un colegio público. Y me fue muy bien. Como el de mis hijas, también estaba a un paso de casa. Por aquel entonces ?en los duros años ochenta- vivíamos en San Blas, un barrio obrero de la periferia azotado por el paro y la droga. En mi casa nunca llegaron ni lo uno ni lo otro aunque lo vivimos muy de cerca. En el colegio nos enseñaron a enfrentarnos a estas dos situaciones desde la realidad. Estaba todo tan a mano que era imposible ignorarlo. Y creo que eso me ayudó a ser mejor persona. Y a enfrentarme a los que no lo eran.

Mi Eva, que es Cristina, también estudió en un colegio público. Y le fue muy bien. Como el de nuestras hijas y el mío, estaba a un paso de su piso. Ella vivía en Sestao, un pueblo industrial en la margen izquierda de Bilbao. También en los ochenta, cuando el terrorismo y el nacionalismo estaban desbocados. En su casa nunca llegaron ni lo uno ni lo otro aunque le tocó vivirlo ?y sufrirlo-  muy de cerca. En el colegio le enseñaron a enfrentarse a estas dos situaciones en el vivir de cada día. Estaba todo tan empapado de ambas realidades que era imposible ignorarlas. Y creo que eso le ha ayudado a ser mejor persona. A disfrutar la verdadera esencia de la paz y a querer su tierra sin cerrarse a otras opiniones, a otras culturas y lugares.

A mis hijas les ha tocado vivir en Villaverde. Un barrio con un alto porcentaje de personas inmigrantes a las afueras de Madrid. A la condición de extranjeros se une la de escasos recursos económicos. En clase de mi hija la mayor son 25 alumnos procedentes de once nacionalidades. Los españoles son minoría. Los padres que tenemos un trabajo digno, también.

Nosotros podíamos haberlas llevado a un colegio de pago. O a uno concertado con la Iglesia Católica a la que pertenecemos. Pero hemos optado por educarlas siguiendo el modelo que a nuestros padres les ha funcionado. Llevándolas al colegio del barrio. Sabiendo que la educación comienza en casa. Siendo conscientes de que esta es nuestra realidad y de que lo único que queremos ?como todos los padres- es su felicidad.

 

 

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