Cuando me amé de verdad

Y con toda mi admiración y respeto hago mi particular aportación:

Cuando me amé de verdad, aprendí que puedo equivocarme mil veces, que se aprende de los errores. También supe que tardo dos o tres errores en aprender la lección, pero que al final consigo que no se me olvide. Luego vi que eso en el fondo es bueno y no quise verlo como decepción, lo llamé crecimiento.

Cuando me amé de verdad, puse una brújula en mi cabeza, ella me mostraba donde estaba el camino correcto y como llegar hacia él. Luego me di cuenta de la brújula eran personas y me sentí completa. Saqué todas mis fuerzas, comencé a andar el camino, y nunca volví a estar sola. Ahora sé que eso se llama maternidad.

Cuando me amé de verdad, supe que las críticas parten de una admiración desajustada, y que a veces, en algunos pocos casos, se inician desde el respeto. Después, lamí mis heridas y dejaron de dolerme. Lo acepte y aprendí a mejorarme también con eso. Ahora soy consciente que a eso se le llama hacerse fuerte.

Cuando me amé de verdad entendí que el destino va cambiando, que cada día y cada cosa cuenta y que sólo al final del camino es cuando te das cuenta de por qué has tenido que caminar.  Es ahí cuando buscando la razón te topas con un espejo, que te muestra tu vida tal cual la has pintado. Hoy se que eso se llama lucha.

Cuando me ame de verdad me reconcilié conmigo misma. Aprendí a valorar a personas y cosas por cómo me hacían cambiar y sentir. Entonces supe rodearme de gente y situaciones buenas que me mejoraban como persona y me enriquecían por dentro. Después descubrí que eso se llama Amistad.

Cuando me amé de verdad, entendí que los mejores momentos son intensos pero fugaces, y me apené. Luego aprendí que las horas están llenas de esos pequeños momentos y empecé a coleccionarlos, a guardarlos delicadamente en parcelas de mi memoria, perfectamente etiquetados y ordenados. Esto me permitió conocerme.  Ahora sé que eso se llama vida?

? hoy cuido de  un pequeño tesoro al que llamo vida.