OPINIóN
Actualizado 13/03/2015
Marta Ferreira

Son estos tiempos oscuros. Llenos de  incertidumbres, angustiosos a veces, con dudas sistemáticas en el  horizonte, que aparece brumoso. Antiguos principios, dogmas en nuestra concepción de la vida, se han ido al precipicio, y aún no sé por qué. Es como si quisiéramos hacer más difícil el mundo, despeñarnos en un barranco sin sentido, dejar de ser en el fondo seres humanos. La dureza implacable, el odio incluso, reemplazan la comprensión y la tolerancia. La fauna vital se convierte en selva impracticable. ¿Y?

El interrogante sin más, pero la vida no es absoluta incertidumbre: la vida son también respuestas generosas. Por ejemplo, la libertad o la segunda oportunidad para quien ha fracasado. ¿Quién no ha fracasado alguna vez? El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra, pero lo impactante hoy es que muchos tiran sus piedras aunque su tejado no sea transparente. Es que yo soy bueno, trabajador, responsable, inteligente, fiel, y quien no lo es que apenque con las consecuencias: si perdió su oportunidad, ese es su problema. Altaneros, ¿adónde vais?

Tengo esa sensación cuando alguna vez me he montado en un taxi y el conductor indignado ha comenzado a despotricar contra todo, por ejemplo, contra la situación de los presos en este país: entran por una puerta y salen por la otra, sus penas de libertad son insuficientes, y además  las prisiones "son hoteles de 5 estrellas" donde en vez de penar y sufrir, como Dios manda, se lo pasan pipa: hacen deporte, ven la tele, hasta pueden hacer el amor, ¡pero adónde estamos llegando!

Yo, aunque solo sea por la profesión que ejerzo, escucho con paciencia ilimitada las cuitas de mi indignado taxista, pero llega un momento en que no puedo más y suavemente me limito a decirle: pero si las prisiones son hoteles de 5 estrellas gratis total, aprovéchese hombre, cometa un delito y disfrute durante varios años de sus múltiples placeres. El hombre me mira sorprendido y solo sabe balbucear: ya, es que usted cree que todos somos buenos, se le nota.

Y no es así: no creo que todos seamos buenos, porque no es verdad, pero tampoco somos malos. Somos ambas cosas, a veces buenos, a veces malos, casi siempre vulgares y propensos a los tópicos que nos ahorran el difícil arte de pensar. Por ejemplo, atreverte a pensar que el delito se previene en forma de educación, de igualdad social y de solidaridad; atreverte a pensar que en las mismas circunstancias del delincuente, tal vez nosotros estaríamos ocupando su lugar y él el nuestro; atreverte a pensar que, aunque duela, a todos nos deben dar otra oportunidad y que por lo tanto las penas no solo deben castigar sino ayudar a rehabilitar. ¿Rehabilitar?, pero por Dios qué dice usted, aquí quien la hace la paga y así se aprende. Lo malo es que la moderna criminología, la ciencia penal ilustrada, ha demostrado que las cosas no son tan simples casi nunca.

¿Hoteles de 5 estrellas?  Veo o entro en una prisión y me estremezco: constato nuestro fracaso, el de todos, y me siento responsable. La justicia no es cuestión de venganza sino de dignidad. Quien hizo el mal debe repararlo y la mejor forma de hacerlo es advirtiendo del fracaso personal que supone dañar a quienes te rodean, afrontando el reto de cambiar y aportar algo de lo mucho bueno que todos encerramos. Una segunda oportunidad. A mí me gustaría tenerla si así fuese el caso: creer que el mundo no es una selva, sino un hogar. Que la vida merezca la pena de ser vivida.

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