OPINIóN
Actualizado 08/03/2015
@santiriesco

 

Ser vasco consorte tiene estas ventajas. A uno le dejan apuntarse a estas reuniones de primos euskaldunes cimentadas en dos de las principales actividades del norte, el comercio y el bebercio. Cada año, la primada vasca, establece dos fechas para encontrarse y contarse las novedades una vez que el buche está repleto y los cacharros están servidos. En vaso ancho y con poco hielo, no sea que siente mal.

 

La primera fecha es siempre, ineludiblemente, el día de la Virgen, en plena canícula. Y siempre en el mismo lugar, en Pereña. Una localidad de Las Arribes salmantinas donde nacieron sus padres y a la que vuelven hijos y nietos enfundados en camisetas del Athletic, después de leer El Correo y con el acento característico de los aitas y las amas vizcaínos. En esta zona de buen queso y mejor vino, de Pozos de los Humos y Airones, de paseos por el arroyo Cabrones y encierros taurinos junto al Duero, los primos encargan unos tostones que el horno de la panadería sirve a crujir. Una auténtica delicatesen castellana que los que saben disfrutar del buen papeo no dejan escapar. Y a mí, casualidades de la vida, casi siempre me pilla por ahí. Con lo que no tengo más remedio que darle a la ensalada para empujar el cochino lechal a zambullirse en la vendimia fermentada previamente ingerida. Y me sacrifico.

 

La segunda es en torno a los carnavales. Finales de febrero, principios de marzo. Y aunque suele ser en el norte, no siempre es en el mismo sitio. Hemos estado en Alcalá de Henares, en Valladolid, en Burgos, muchas veces en Vizcaya y este año, tachán tachán, en Logroño. Y claro, a mí es que me nombran Logroño y se me viene la adolescencia toda a los adentros. Porque ahí estuve yo viviendo cuando sorprendí a mis padres diciéndoles que me iba interno. Un par de años en los que forjé amistades que aún hoy perduran y en los que me despedí de la infancia entrando a pleno pulmón en una adolescencia bulliciosa. Curiosamente estando interno en Logroño visité por vez primera Bilbao. Fue en la excursión de fin de curso. Sería el año 1985 del siglo pasado. La ría estaba tan sucia que se podía cruzar sin tocar por la mierda que flotaba en ella.

 

Han pasado tres décadas de aquello. Hoy vuelvo a Logroño de la mano de los primos de un Bilbao con la ría saneada, el turismo como motor económico y el Athletic otra vez en la final de Copa. Hoy vuelvo a la capital de La Rioja donde las tardes de domingo sabían a cebolletas en los billares, a goles tras la tapia de Las Gaunas y a bocatas de tortilla en el Bar La Esquina de la senda de los elefantes. Hoy vuelvo a Logroño con los primos de la mujer que me resucitó a la alegría.

 

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