OPINIóN
Actualizado 07/03/2015

Las mareas de batas blancas se están volviendo frecuentes como forma de protesta y reivindicación frente a la externalización de la gestión de hospitales madrileños. Y ahora, también aquí para evitar los desajustes de plantilla y el empleo precario del personal de un hospital de referencia que además es universitario. En consecuencia, necesita más ratio de personal/paciente para cumplir la asistencia y la docencia universitaria de Medicina, Enfermería y especializada en los sistemas MIR, FIR; EIR y PIR. Ambas mareas son signo de la falta de efectividad y eficiencia en la gestión de los recursos y los procesos asistenciales. Veamos algunas de las evidencias que caracterizan la situación de ineficiencia del actual Sistema Nacional de la Salud (SNS).

Primera evidencia: no existe un único SNS, tenemos 17. La mala macrogestión del sistema ha provocado una fragmentación asistencial que crea barreras para la equidad y la continuidad de los cuidados. Esto se ha debido a la falta de lealtad institucional y al populismo imperante de los distintos Gobiernos y Administraciones, dando lugar a más desigualdad. Una prueba de ello es la no existencia de una cartera de servicios integrales y únicos a la que se pueda acceder con una única tarjeta sanitaria en todo el territorio nacional, sin papeleos y tramites absurdos que sólo entorpecen y encarecen la asistencia. Además, en la macro-gestión han existido excesivos cargos basados en la confianza política y sin una mínima competencia profesional. Si bien es cierto que la intromisión política no ha llegado a los niveles de Educación, empieza a ser preocupante por su duración en el tiempo. Como consecuencia de su alta prevalencia supone una carga para el SNS ante el objetivo de prevenir, curar y rehabilitar a los pacientes con mayor seguridad, efectividad y a un menor coste.

Segunda evidencia: las listas de espera y la derivación de pacientes al sector privado que crece a expensas no de la demanda de los ciudadanos, sino de la incompetencia del sector público. Buscando mejorar su gestión a través de la externalización, los conciertos con la sanidad privada y la gestión clínica para conseguir la sostenibilidad del SNS. La solución no puede ni debe venir del sector privado que se dedica fundamentalmente a prestar servicios clínicos de alto rendimiento económico, y excepcionalmente, incorporando procesos asistenciales complejos y de elevado coste como los trasplantes, la atención a pacientes pluripatológicos, la docencia y la investigación clínica. Luego el sistema privado puede y debe cumplir un papel desde la complementariedad y la subsidiaridad.

Tercera evidencia, el SNS no responde de manera efectiva a los problemas y necesidades más prevalentes como las enfermedades crónicas y los padecimientos pluripatológicos de los mayores y ancianos. Esta realidad se veía venir desde los años 80-90 cuando los indicadores sanitarios presagiaban un cambio de patrón de la morbilidad y, sin embargo, no se ha cambiado la organización de los hospitales. La gran mayoría de éstos siguen siendo de agudos aunque se han incorporado unidades específicas como las de corta estancia, de atención inmediata y otras. Éstas suponen soluciones parciales y puntuales dado que falta mucho en la deseable y conveniente colaboración entre la Atención Primaria y la Hospitalaria. Aún se comportan como estamentos estancos y, en consecuencia, estamos lejos de los modelos de asistencia integral para la mejora de la atención sociosanitaria de los ancianos y/o dependientes.

En resumen, las mareas de batas blancas son sólo la punta del iceberg de la ineficiencia en la gestión de nuestro buen SNS, que debemos defender porque nos va en ello nuestra Salud y la adecuada atención de las enfermedades que padeceremos.

 

JAMCA

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