OPINIóN
Actualizado 05/03/2015
Agustín Domingo Moratalla

Este mes de marzo conoceremos los candidatos para las próximas elecciones municipales y autonómicas. Aunque la ciudadanía está desencantada por el carácter poco democrático que demuestran en su vida organizativa y por la falta de ejemplaridad de sus representantes, la opinión pública suele recibir con interés la designación del candidato. En algunos casos, como sucede ahora en la Comunidad Valenciana, el interés está condicionado por las expectativas de cambio que todos pronostican por la desaparición de la mayoría absoluta que el PP mantiene en la Generalitat y algunos ayuntamientos.
 

Aunque los ciudadanos tengamos clara la finalidad de un candidato, la llegada de la primavera altera de tal forma los partidos que son incapaces de mirar más allá de su propio ombligo. En lugar de plantear con responsabilidad cívica la tarea de liderar una organización política, los aparatos de los partidos más arraigados en nuestra Comunidad están ensimismados con las cábalas de las encuestas y las correspondientes cuotas de poder orgánico. La inestabilidad electoral no sólo modifica las agendas habituales de trabajo sino que introduce desmoralización, incertidumbre, descoordinación y falta de rumbo en el trabajo diario de las administraciones.
 
Con este ensimismamiento, los partidos no sólo transmiten a los ciudadanos malas vibraciones democráticas sino que muestran falta de sintonía con sus problemas cotidianos. Además, tenemos la impresión de que los partidos no saben para qué quieren un candidato. Lo lógico sería tener un candidato para liderar la organización y representar una urdimbre de creencias, tradiciones o expectativas de dinamización social. Aprovechando la cuaresma, no estaría mal que el candidato evitara las siguientes tentaciones:
 
a.- La tentación de liquidar una herencia. Los partidos que han gobernado tienen herencias complejas que no las puede gestionar una sola persona. Los candidatos inteligentes practican el discernimiento, se dejan aconsejar, practican la prudencia y saben que las herencias políticas son complejas.
b.- La tentación de saldar cuentas pendientes. Hay candidatos que aprovechan su nombramiento para tomarse la justicia por su mano, realizar una depuración interna y mostrar autoritariamente quién ostenta el poder.
c.- La tentación colocar a sus propias huestes. A veces los partidos reproducen los vicios de las familias, por eso cada candidato construye su confortable entorno familiar sin contar con la organización, las bases o la ciudadanía.

d.- La tentación de atemorizar a sus propias tropas. Hay candidatos que utilizan la sospecha, la desconfianza y el miedo para mostrar seguridad. En tierras de los Borja, este recurso maquiavélico ha sido utilizado casi siempre para mantenerse en el poder pero casi nunca para conseguir autoridad.

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