OPINIóN
Actualizado 05/03/2015
Toño Blázquez

Los saltimbanquis, los titiriteros, los poetas, toda esta gente que no tiene remedio y a cuyo mundo me siento orgulloso de pertenecer, teníamos en El Savor una hura perfectamente acondicionada a nuestras necesidades artísticas, a nuestras intimidades líricas y a nuestros desmanes mentales, pero inofensivos, creadores de versos, fabricantes de humo y corcheas; bordones flamencos y ritmos calientes de las mil américas latinas.

 Y allí estaba Salva en su patera nocturna, doctor en çócteles nigrománticos, comprensivo colega de quienes navegamos en las procelosas y extrañas aguas de la creatividad. O en el garito de los discos, o en la barra poniendo un rebujito. Salva silencioso, compungido a veces, propiciando que en su local esta grey variopinta de simpapeles pudiera desgranar libremente en su pequeño escenario la copla de sus sentimientos. Cada uno con su tema y sus entrañas expuestas ante ese pequeño pero fiel público que cada noche se tomaba una cerveza y aplaudía a su amigo vate, músico o dicharachero monologuista. Muchas veces El Savor también acogió actos solidarios con grandes causas humanitarias?

 Pero ya no está. Venían soplando malos vientos y ya en diciembre Salva cerró. En los últimos años actué allí un puñado de veces y desde su escenario recogí el cariño de muchos amigos y siempre la amabilidad y buen rollo de Salva. Un buen tipo que se preocupó y trabajó de forma denodada por esa culturilla de trinchera que nos hace respirar a tantos.

 Por eso mi nostalgia será duradera y mi agradecimiento a Salva de corazón.

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